Luego de cuatro meses de asfixiar las posibilidades de ganarse la vida, de los guatemaltecos; y luego de cuatro meses encierros, prohibiciones y otros experimentos la vida empieza a retornar y es el tiempo para la responsabilidad y la prudencia.
Durante los cuatro meses pasados mucha riqueza fue destruida y aunque nunca va a ser repuesta, estoy seguro de que muchos chapines van a hacer todo lo posible por volver a empezar como empezaron luego del terremoto devastador de 1976 y como han empezado luego de otras desgracias. Todo es que no los estorben.
Eso sí, dado que hay mucho que desconocemos sobre el SARS-coV-2 y el covid-19 y dada la desinformación abundante con respecto al virus y a la enfermedad que ocasiona, la vuelta a la vida normal debe ser con responsabilidad y prudencia.
Está claro que las autoridades en el poder no nos han devuelto la libertad, sino que han ampliado los permisos y de forma discriminatoria; y no vaya a ser que nos acostumbremos a vivir por permiso, en vez de vivir por derecho. Aún así, aplica la idea hayekiana de que la libertad no sólo significa que el individuo tiene la oportunidad y responsabilidad de la elección, sino también tiene que soportar las consecuencias de sus acciones y recibir alabanzas, o censuras por ellas. La libertad y la responsabilidad son inseparables. Y aplica también el concepto objetivista de prudencia o sensatez, que tiene sus raíces en Aristóteles para quien es la virtud de delibera y juzgar correctamente sobre lo que es bueno y ventajoso para uno mismo, en lo que conduce a la buena vida.
No es el momento para desmanes como el de ir a quemar la municipalidad, organizar fiestas, o irse a zampar a apretazones y multitudes. Pero tampoco es el momento para descuidar los detalles pequeños, de cortesía, o de sentido común como lavarse las manos con frecuencia y usar mascarilla en público. Es el momento para actuar con responsabilidad y prudencia.
Porque estamos viviendo un fenómeno sin precedentes en la memoria de muchísima gente, seguramente va a haber actos irresponsables e imprudentes; y porque la naturaleza en realidad no es nuestra amiga (que no es lo mismo que decir que el universo no es benevolente) lo más seguro es que luego de este periodo de permisos laxos haya un repunte de contagios y de muertos. Y eso va a despertar la ansiedad de los que tienen miedo y la codicia de quienes medran en la quiebra, la pobreza y la falta de libertad. Y entonces será el momento para actuar con racionalidad y evitar el cortoplacismo.
Va ha haber muchas frustraciones porque las medidas supuestamente sanitarias que son condiciones y requisitos para empezar de nuevo ciertas actividades no sólo no son financieramente propicias, sino que son prácticamente imposibles. Tomando en cuenta que no hay tal cosa como one size fits all, ¿cuál es el aforo mínimo necesario para que valga la pena operar un comedor, o una camioneta? Si antes del covid-19 había colas largas para abordar buses urbanos y extraurbanos, ¿de cuánto van a ser ahora las colas en metros y en tiempo? ¿Cuál es el máximo para que valga la pena?
Es tiempo para ser flexibles, creativos y emprendedores.
Hay que rechazar, sin embargo, el concepto de nueva normalidad porque tiene una carga colectivista, ingenieril, racionalista y constructivista demasiado pesada y tóxica. No falta quienes quieren diseñar y legislar una nueva realidad de acuerdo con sus fiebres, sin tomar en cuenta las valoraciones personales de los individuos, las configuraciones particulares de los mercados y de los grupos humanos, ni el debido respeto a los proyectos de vida de las personas. Condiciones para las cuales es preciso que los derechos individuales prevalezcan sobre los intereses colectivos, y no al revés, como ocurre en la actualidad, especialmente en el contexto del estado de calamidad, del toque de queda y de las restricciones.
Volveremos a la normalidad cada quien a su ritmo y cada quien en la medida de sus posibilidades y la normalidad será lo que sea normal, siempre y cuando no haya quienes quieran forzarla a su gusto y conveniencia. Pero para ello hay que hacer a un lado la ansiedad anticipatoria, la estigmatización y el miedo irracional que nada tienen que ver con la responsabilidad y la prudencia.
En fin, l´haim.