Me incomodan los días de esto y los días de aquello; empero, como hay cosas que hay que decir, y quizás sea útil decirlas en algún tipo de marco celebratorio. Por eso hoy quiero reconocer a las mujeres que más han influido en mi vida:
Mi bisabuela, Mami: Adela Schuman de Morales fue la abuela de mi padre. Fue emprendedora; pero esos genes no me los legó. Fue cocinera y anfitriona magnífica y de eso si caché alguito. En mi adolescencia, cuando yo peleaba con dragones imaginarios (y algunos reales), sus manos, sus ojos, su voz y su regazo siempre fueron el refugio perfecto. Allí, no importaba cuánto perdiera yo la clase de matemáticas, o cuán difícil me pusiera a ratos (a veces demasiados ratos), allí siempre había paz y consuelo. Aquella mujer imponente era de un cariñoso inmenso, como ese que sólo pueden serlo las mujeres sabias, que quizás han visto demasiado y que pueden darse el lujo de ser magnánimas.
Mi abuela, La Abui: Frances Chacón de Figueroa fue la madre de mi padre. Con su biblioteca magnífica y su gusto variadísimo por la lectura, ella me enseñó a amar los libros y a apreder de ellos. Ella me presentó a Beethoven, Mozart, Haydn, Verdi, Donizetti, y a otros personajes de esa talla. Me introdujo en el mundo de la filatelia y de la numismática. Por donde iba, acarreaba objetos para saciar mi curiosidad y mi sed de coleccionista. Yo digo que acarreaba libras de monedas y estampillas, de piedras y de maderas, de fotos y de anécdotas. Fue inmensamente generosa; pero sabía muy bien cuándo decir ¡Hasta aquí!
Mi abuelita Juanita: Juana Hidalgo de Jurado fue la madre de mi madre. Ella puso un toque de estoicismo en mi vida, que yo he sabido esquivar bastante bien. Con ella aprendí a disfrutar de las idas al mercado, de las tradiciones populares, de los símbolos y las fiestas. Siempre serena, siempre prudente, siempre alejada de bullas. Daba con todo lo que tenía y su espacio era uno de tranquilidad, uno para esconderse un rato y luego salir a enfrentar dragones.
La Mamita: Elia Mazariegos Cabrera fue hermana de la abuelita Juanita y tía de mi madre. Porque ella era menudita (auque tenía buenos biceps) uno se preguntaba que de dónde salían tanta creatividad, tanto ingenio, tanta paciencia y tanta paciencia y tanta paciencia. Eso sí, cuando se enojaba, se enojaba, de modo que su ¡No me incomoden! sonaba cono venido de Thor. Con la abuelita Juanita, La Mamita me llevó por calles y celebraciones populares, me enseñó a disfrutar muchísimo de Los toritos. Todo lo que hacían, ella y La Juanis, era con primor.
Mi madre, Nora: Nora Jurado de Figueroa es mi madre. De ella aprendí el amor por la vida, el gozo por la vida. Ella es la serenidad y prudencia andando. La racionalidad encantadora de quien no se deja arrastrar por caprichos, ni por arbitrariedades; pero sabe lo que es ser apasionada y cariñosa. Cariñosa; pero no ajena al paletazo oportuno, ni al pellizco bien puesto. Su ¡Te estás luciendo!, era como el de Juno, o el de Atenea, o como el de ambas. Nora y su espacio son algo así como un andurrial al margen de la vorágine de todo; pero ajeno a nada. Fuente de conversaciones iluminadoras y retadoras. Fuente de sentido común, más allá del sentido común. Con mi padre hicieron una pareja entrañable y alegre.
Otras mujeres influyen profundamente en mi vida, como la filósofa Ayn Rand. Algunas ocuparon espacios muy importantes; pero no fueron influyentes. Otras me ayudaron a cruzar mares y me tendieron sus manos, cuando no puentes. Otras pasaron de largo, pero las recuerdo con cariño. A todas: ¡Gracias!
La foto es por José Eduardo Valdizán.
Fascinante… Como siempre!! No cabe duda fueron mujeres sabias que dejaron huella que te hacen el SER HUMANO que eres… Mi admiración y respeto a ellas que sin haberlas conocido se me hacen familiares!!