Para algunos tecnócratas, si los precios no son los que ellos quieren, en función de los intereses de su clientela, los precios están mal y deben ser corregidos de forma política; o sea, por la fuerza de la ley.
En eso pensé cuando leí la columna titulada Preocupación por la aprecición del quetzal. En ella, su autor Mario A. García Lara, dice que:
Tanto la autonomía como la credibilidad del Banguat están en riesgo debido a un fenómeno de origen principalmente externo: la permanente apreciación del quetzal con respeto del dólar estadounidense. Sucede que el esquema de MEI tiene una debilidad: la estabilidad de precios no solo es un fenómeno de exceso de demanda agregada; también existen factores del lado de la oferta (como las fluctuaciones de los precios internacionales de las materias primas o las fluctuaciones del tipo de cambio debidas a flujos de capitales) que afectan los precios internos.
Según el columnista, es malo que los precios de las materias primas que se producen en Guatemala se eleven porque eso hace crecer la oferta de dólares aquí; y es malo que los chapines que viven y trabajan en el exterior les manden dinero a sus familias porque eso hace crecer la oferta de dólares aquí. ¿Y por qué es malo? Porque ambos fenómenos perjudican las metas políticas (que el Banguat llama explícitas) de inflación del banco central. ¿Por qué digo que las metas son políticas y por qué es que eso es importante? Porque por medio de la ley, de acuerdo con planes políticos, esas metas alteran políticamente los resultados de la oferta y demanda citadas por García.
Es cierto que el método que usa la Junta Monetaria para intervenir políticamente en el mercado es uno que excluye la arbitrariedad escandalosa; pero eso no quita que sea una forma de intervención, y no quita que sea forzada. Forzada por la ley; pero forzada.
Esos factores externos han ocasionado no solo que la moneda nacional se mantenga apreciada (en términos reales) respecto del dólar sino que, además, han ocasionado incluso que la inflación se ubique en ocasiones por debajo de la meta establecida por el Banguat. Esto, además de deteriorar la competitividad del sector exportador, erosiona la credibilidad del banco central, lo cual afecta su capacidad de influir en el mercado para propiciar la estabilidad del nivel general de precios, dice el columnista García Lara.
Según el columnista el hecho de que el quetzal no se deprecie y el hecho de que la inflación sea baja, es malo. Mientras que en otros países la gente se angustia porque sus monedas se devalúan y porque la inflación se dispara hacia arriba, aquí es al revés. Ya sabes, tal vez es cierto que Guatemala es el país donde las piedras flotan, la madera se hunde y Como no, quiere decir Sí. Ahora bien…¿para quienes es malo que el quetzal no pierda valor y que la inflación esté casi por el piso? ¡Para los exportadores!, García lo dice claramente. Es decir para un grupo social específico, con intereses específicos y particulares. No para el bien común, que es el bien de todos, sino para el bien de algunos…en perjuicio de otros. ¿Quiénes son los perjudicados? Los importadores; los que amortizan sus casas, sus autos, y sus inversiones de capital en dólares para hacer más competitivos sus negocios y para crear más y mejores puestos de trabajo. ¿Para quiénes más es malo que el quetzal no pierda valor? Para los políticos, funcionarios, burócratas y tecnócratas que perderán su capacidad de influir en el mercado para que los precios sean los que ellos desean, en función de su clientela.
La solución a este dilema es relativamente sencilla. La apreciación del quetzal tiene un efecto de reducir las presiones inflacionarias y ocasiona una restricción de la demanda agregada (pues deprime las exportaciones), por lo que equivale a haber elevado las tasas de interés. La respuesta adecuada de la política monetaria ante la continuada apreciación del quetzal debió haber sido (desde hace tiempo) una reducción sensible en la tasa de interés líder. Desafortunadamente, un celo excesivo del Banguat ante temores de una inflación (que nunca se dio) ha impedido que la Junta Monetaria actúe más oportunamente reduciendo la tasa de interés líder, explica García Lara.
Es cierto que hay un dilema: Los funcionarios y tecnócratas respetan el precio del quetzal con respecto al dólar, y reconocen su valor como información con respecto a dónde se deberían, y donde no se deberían colocar los recursos; o intervienen en el precio del quetzal, censuran la información e inclinan políticamente la balanza en favor de sus patrocinados. O también pordría intervenir en el precio del crédito (la tasa de interés), censurar la información e inclinar políticamente la balanza…ya sabes, como sugiere García.
La credibilidad del Banco de Guatemala está en riesgo debido a que los exportadores están presionando fuertemente para que la Junta Monetaria favorezca sus negocios. Hasta ahora, los políticos, funcionarios, burócratas y tecnócratas de la JM han hecho joggling con talento, sin arbitrariedades escandalosas; pero los exportadores les han metido otra bola en el juego…o tal vez es un machete.
Si te interesa el tema de la relación entre los economistas y la política, te recomiendo What Economists Should Do?, por James M. Buchanan.