De niño, uno de mis sobrinos por decir el lobo que aulla decía el lobo cabulla; y andaba asustando con eso de el looobo cabuuulla. Y aunque uno le diera explicaciones, la cosa no pasaba de ahí. Esa actitud de no me confundas con hechos, porque ya tengo mis propias ideas es tierna en un chico; pero no les luce a todos.
De aquello me acordé cuando vi que en pocas semanas Barrios y Morales caricaturizaron y tergiversaron las ideas de [la filósofa] Ayn Rand. De repente les dio por referirse al objetivismo mediante la falacia del hombre de paja y como niños gritaron: ¡El looobo cabuuulla!
La falacia del hombre de paja consiste en fabricar una imagen débil del oponente, o de sus ideas, que no refleje sus argumentos, o sus ideas; pero que se le parezca en algo, para luego atacar y desprestigiar esas imágenes, haciendo creer que ese, en realidad, es el oponente, o sus ideas. Así, el diálogo tiene límites estrechos porque no es lo mismo interpretar y polemizar en una legítima búsqueda de la verdad, que tergiversar.
Según T. Geoghegan, las ideas de Rand son populares porque apelan a la libertad, al trabajo productivo y al individualismo. Porque argumentan a favor de remover los obstáculos políticos y religiosos que impiden que uno persiga su interés. Porque abogan por una moralidad basada en la razón; no en las emociones, la fe, ni en edictos arbitrarios. Porque sus ideas están expresadas en personajes nobles e idealizados que deben derrotar a enemigos como los saqueadores, altruistas y defensores del Estado benefactor y mercantilista. ¡Por eso es que muchos le temen a Rand y andan por ahí con lo del lobo cabulla!
En contraste, esta semana celebramos que la portada de elPeriódico incluyó una de las ideas poderosas de Rand acerca del rol de la corrupción y el estatismo en la destrucción de la sociedad. También celebramos que el escritor guatemalteco Paul Wunderlich comentó que Rand nos ha brindado una ventana de pensamiento alterno, la posibilidad de creer en el ideal humano.
¡Ah, que sabrosos serían el diálogo y la polémica si discutiéramos ideas! ¿Qué tal si en vez de gritar ¡El looobo cabuuulla! alguno de los comentaristas nos explicara por qué tendría que ser malo derrotar a los saqueadores, creer en el ideal humano, o advertir contra la corrupción?
Columna publicada en El periódico.