Paulina Cofiño y la vida diaria

 

Paulina Cofiño tiene buen ojo para ver y valorar lo sutilmente encantador que es lo de todos los días en el mundo exterior; pero también tiene buen ojo para ver hacia adentro, ponerlo en su lugar apropiado y compartirlo con su pincel.  Por eso es que es artista.  Porque uno puede ver su obra y decir: ¡Ve, hay algo de mí ahí!  

No de forma pretenciosa, claro; ni de forma impertinente, sino porque sus obras conectan con la realidad externa y con la realidad interna, no como cuando uno ve una fotografía, sino como una interpretación. Como se interpreta una pieza musical, o como se interpreta un plato de cocina.

Yo tenía que decir eso, porque soy cocinero.

De su obra recientemente expuesta en Proyecto Poporopo es difícil elegir favoritos, así que te comparto algo de lo que más me gustó:

Funerales renaces es una obra rica en muchos niveles; y Ya no aguanto más, lo siento complementa aquella obra de forma inquietante, pero con un sentido del humor muy fino.

Sastrería antigua me habló porque nunca he contado esto; pero a mí me gusta muchísimo ir a un buen sastre. Disfruto ir a un buen sastre.  La primera vez que fui a uno fue cuando estaba en Primer año de Primaria, para que hiciera mi traje de Primera Comunión.  Fui con mis padres y recuerdo re bien que disfruté muchísimo de la experiencia.  Ese no fue mi primer traje, pero si fue el primero a mi medida.

Los siguientes cuatro son ejemplos de esa cotidianeidad que Paulina capta con ojo de artista y -en su simplicidad y hasta en su irrelevancia aparente- consigue causar emociones, o evocar sentimientos.

Este, Sin título, es…voy a decirlo así… mi favorito y se llama El recuerdo. ¡Cuántas veces habré vivido una experiencia así en una camioneta!  Además el cuadro es engañoso y eso me divierte mucho.

Sin título y Espalda, como el anterior, son esos atisbos interiores que mencioné arriba. Por un lado son dos obras conmovedoras; y por otro su candidez profunda las saca de cierta oscuridad aparente para encontrarles luz.

Finalmente: Tienda, una obra en vidrio que merece atención no sólo por la técnica, sino porque, una vez más, conecta con experiencias mundanas, sencillas, nimias que son, algo entrañables.  A mi me lleva a 2019 cuando me detuve camino a Los cerritos de Chijoj durante un roadtrip con personas muy queridas, a otra experiencia igual en Zacualpa, en 2022; y a las docenas de veces que compré una Coca-Cola y unos Tortrix en circunstancias similares.

Gracias, Paulina, por llevarnos de la mano y darnos un buen paseo guiado por tus ojos…y con tu pincel.

Si te gustó la obra, seguramente querrás ver Paredes

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