El niño que hay en mi se maravilla con las formas y los colores de las Luces Campero y con la pirotecnia. Hay algo en los fuegos artificiales que me emociona mucho y me invita a aplaudir y a expresar mi asombro en el sentido aquel de Baila como si nadie te estuviera viendo, ama como si nunca te hubieran herido y canta como si nadie pudiera oírte…Tal vez por eso es que me gusta tanto la celebración de hoy, así como los toritos y las mariposas, los castillos y otros juegos pirotécnicos.
Las Luces Campero ya no se ven en su totalidad desde mi balcón debido a un nuevo edificio; pero eso no impidió que las gozáramos con una copa de rompopo en mano. Eso sí, no es cualquier rompopo, es el de doña Luisa Cuadrado (estilo cubano) y no es cualquier copa, sino la que yo usaba cuando era niño en casa de mi abuela, Frances.
Me alegro mucho por los niños que los ven por primera vez; y que alegría por los adultos que nos maravillamos con ellas como si fuera la primera vez.
¿Sabes que durante unos 10 años, poco más, o menos no vi las Luces Campero? En parte porque se me olvidaba estar pendiente de ellos y en parte porque trabajaba el día en que se celebraban. El primer año de aquellas luces tuve la malísima idea de subir a verlos al mirador de la carretera a El Salvador y fue un error, sólo recuerdo que se veían bien pequeños y que el tráfico fue infernal.
Ahora, aunque sólo se ve como el 30 por ciento desde el balcón, lo bueno es que en casa los disfrutamos mucho y gozamos de verlos en compañía amada.