Aprenderme las tablas de multiplicar hasta que quedaron profundamente grabadas en mi cerebro es quizás lo más valioso que obtuve a lo largo de 19 años de educación formal, escribió Charles Murray, uno de los científicos sociales y escritores mas notables con los que he tenido la oportunidad de conversar.
Estoy de acuerdo en principio y mira que te lo dice alquien que en toda la secundaria sólo ganó matemáticas en retrasadas. Recuerdo que mis padres pagaron cualquier cantidad de clases especiales, incluso a un joven maestro que trató de hacerme memorizar las tablas durante unas vacaciones en Panajachel. Sin éxito, claro.
A estas alturas y cada vez más estoy convencido de que hay cosas que hay que saber. La tablas de multiplicar, por ejemplo. Pero también los barrios de la ciudad de Guatemala, por decir algo. Recuerdo haberlos estudiado en Primer grado de primaria y para entonces ya sabía que el Guarda Viejo queda en la zona 8, aunque yo pensaba que se trataba del Guardaviejo y me preguntaba ¿a qué viejo guardado se refería? Ya sabía que el Barrio Moderno está en la zona 2, y que La Reformita se halla en la zona 12. Cosas así que ahora aprecio mucho cuando conduzco por la ciudad, sin necesidad de Waze. Uno sabía los nombres de los cuatro volcanes que se ven desde la ciudad de Guatemala, y uno sabía donde están el Izalco, el Momotombo y el Irazú.
Medito sobre esto porque a veces les pregunto a los jóvenes: ¿Qué es antropofagia? ¿Qué es un batracio? ¿Qué es la nitrofoska? ¿Qué son curvas a nivel?…y nunca obtengo respuestas correctas. Ni siquiera especulaciones aproximadas. Aquellas eran cosas que uno aprendía en Estudios Sociales, y en Ciencias, agropecuaria y salud y seguridad.
También medito sobre esto porque hace un par de meses la madre de un niño de Cuarto grado de primaria me pidió que si podía contestar una entrevista escrita para su hijo. Y claro que le dije que sí, que con gusto. ¿Y de qué trataba la entrevista? De si la educación es un derecho social, de cómo erradicar la pobreza, la violencia y la desnutrición.¡Claro que hay que acabar con la delincuencia y con la desnutrición y otros males, como la miseria! Pero, ¿crees que soy malpensado si supongo que a los niños de Cuarteo grado los manipulan con esos temas antes de que tengan suficiente capacidad de desarrollar opiniones informadas y pensamiento crítico?
Al conversar sobre aquella entrevista y sobre la antropofagia, los batracios y la nitrofoska con jóvenes es fácil concluir en que actualmente la educación es más una forma de indoctrinación, que una forma de dotar a los jóvenes con conocimientos útiles como saber cómo moverse por la ciudad, o cómo calcular mentalmente el precio de una gruesa de lápices. ¿Sabes lo que es una gruesa?
Si yo fuera padre de familia analizaría muy bien qué es lo que le están enseñando (metiendo en la cabeza) a mis hijos en el colegio, o en la escuela. Leería sus libros y sus apuntes. Conversaría con ellos acerca de los temas y abordaría a los maestros y directores. Me odiarían en el colegio, o en la escuela, pero no les entregaría las mentes de mis hijos. No les entregaría sus espíritus para que los deformen, los uniformen y los aplasten.
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Columna publicada en elperiodico.