La quema del diablo es una tradición guatemalteca que representa la oportunidad ritual para echar al fuego lo malo, lo inservible, lo caduco, lo que hace daño y lo que no queremos para el año que viene en un contexto místico y mitológico. En 2018 descubrimos que esta fiesta familiar se celebra de forma tradicional y encantadora en el Cerro del Carmen, en la ciudad de Guatemala y anoche volvimos a ese lugar para celebrar.
Desde una perspectiva racional y más universal, la fiesta trae la luz y el fuego a la época del año en la que las noches son más largas, frías y oscuras, por lo que es apropiado celebrarla con familia y amigos, y recordar que aún en la oscuridad es posible la luz. Estoy seguro de que cada quién podrá sacar de todo esto lecciones de vida y aprendizajes que habrá que transmitir a las generaciones siguientes.
Disfruto mucho esta fiesta chapina porque es una ocasión propia para celebrar la vida y para recordar a dos personajes malentendidos, uno de ellos casi olvidado y que -aparentemente- no tienen nada en común: Lucifer y Prometeo. Ambos se rebelaron contra dioses tiránicos y arrogantes. Ambos fueron cruelmente castigados por su atrevimiento. Uno es el traedor de luz, y el otro les dio el fuego a los hombres. Ambos son heroicos.
Hace cuatro años, cuando fuimos a la quema del diablo en el Cerro del Carmen por primera vez, el cura explicó que Maria, la que anuncia la luz, precede a Jesús que es el Sol; y en la realidad, ¿quién precede al Sol? ¡Venus precede al Sol cuando Venus es lucero de la mañana! ¿Y cuáles son otros nombres antiguos de Venus? Lucifer, el traedor de luz; e Ishtar -diosa del amor, de la belleza y de la fertilidad-. Los mayas, por cierto, no eran ajenos al concepto de que Venus, Lucifer, o Ishtar es traedor de luz. Ya que para ellos Venus (el heósforo) anunciaba que le Sol saldría ese día, luego de su paso por Xibalbá.
¡Hay que celebrar estas fiestas or la vida, y por el valor de quienes traen la luz y de quienes se rebelan ante dioses tiránicos y arrogantes!
El Diablo del Cerro del Carmen estuvo galán. Adornado con fuegos artificiales en forma de alas. Eso le da un ambiente más festivo -por las luces, colores y variedad de la pirotécnia- que una hoguera, o la mera quema de la piñata. En aquel lugar histórico la fiesta es de barrio, familiar y casi íntima; pero si quieres un fiestón y ver maravillas te recomiendo las loas en Ciudad Vieja. Como es la fiesta patronal de aquella población el pueblo tira la casa por la ventana.
Cuando era niño, por cierto, la fiesta solía incluir la reunión de amigos en la mañana para ir a buscar ramas y chiribiscos con qué armar una buena pira, la llegada de mi padre con cohetes y algunos fuegos artificiales, los buñuelos preparados por mi madre y mucha alegría en la calle y en la casa.
Desde lo alto del cerro vimos muchos fuegos artificiales y fogarones, en esta tradición que está bien viva. Además, la ermita en aquel lugar le da un bonito contexto al rito. Aquella construcción tiene toques de fortaleza porque el barco en el que vino Juan Corz, el fundador de aquel lugar, se llamaba La fortaleza. Además el lugar está bien cuidado, bien iluminado, limpio y seguro.
Duante el trayecto hacia aquel lugar emblemático, antiguo y tradicional vimos muchas personas y niños acarreando sus piñatas de diablos. Ahora hay diablos y diablas, canches y negros, los hay de cuatro patas y monumentales. Cuando yo era niño, las piras no incluían estas piñatas, se hacían con ramas y cuanto mucho cajas de cartón. Eso sí, siempre había cohetes involucrados.
Raúl, Mario y yo terminamos la noche con cervezas Güin, hamburguesa, tacos y pasta. No hubo buñuelos como es la tradición; pero las cervezas cumplieron con darle un carácter de celebración a esta fiesta.