Quienes visitan mi blog, Carpe Diem, en luisfi61.com saben que me encanta viajar por Guatemala en automóvil. Recorrer carreteras y caminos. Pueblear, como se dice. En esos viajes -principalmente por el occidente y algo del norte, sin excluir la costa sur- siempre he encontrado (con contadísimas excepciones) gente generosa, con buen sentido del humor y cariñosa. He encontrado mercados vibrantes y todo tipo de actividades productivas. Pero hay un fenómeno que siempre empaña la mayoría de las visitas: la pobreza y dos de sus hijas bastardas la desnutrición y la ignorancia.
Parte el alma ver niños (y adultos) que evidentemente no han alcanzado todo su potencial de desarrollo humano a causa de la mala alimentación. Claro que el hambre y la desnutrición son problemas económicos que se solucionan con buenas políticas económicas y acabando con las leyes malas que impiden el crecimiento económico; eso de que “la mejor política social es un buen empleo” es una verdad como un piano. Pero muchísimas personas están desnutridas y crecen desnutridas mientras lees estas líneas.
¿Sabes que a pesar de muchísimos esfuerzos privados y estatales los índices de desnutrición no bajan en Guatemala? Esto es porque, a pesar de las buenas intenciones de la mayoría de aquellos programas, les ha faltado eficacia y eficiencia. Les ha faltado una visión 100% empresarial.
De ahí que celebro que la corporación Castillo Hermanos haya anunciado su programa Guatemaltecos por la nutrición que, con una inversión de US$ 15 millones enfrentará la lacra de la desnutrición mediante una aproximación creativa y empresarial. El programa incluye la instalación de campamentos Nutrimóviles, que contarán con clínicas de atención nutricional, laboratorios, equipamiento y servicios básicos para las poblaciones, primero en Quiché y Huehuetenango como planes piloto.
¿Sabes que? De verdad deseo que este programa tenga éxito. Deseo que en unos años, miles de niños guatemaltecos puedan florecer sin haber pasado hambre.
Columna publicada en elPeriódico.