¿Te acuerdas de que la semana pasada comenté acerca de que tenemos derecho a ayudarnos a nosotros mismos cuando los pipoldermos nos fallan y nos causan daños y perjuicios?
Quedamos pendientes de comentar acerca del rol de las emociones y acerca del de la propiedad. Así que, si me acompañas, exploremos las emociones en circunstancias como la del párrafo anterior.
Las emociones son los resultados automáticos de nuestros juicios de valor integrados por nuestro inconsciente. Las emociones son estimaciones de lo que promueve nuestros valores, o los amenaza; de lo que está a favor, o en contra de nuestros valores. Digamos que procesamos nuestras emociones con base en nuestros modelos mentales, y que estos se forman a partir de nuestros sistemas de creencias, biografía personal y experiencias vividas. Y ese procesamiento puede ser pensado, o no.
Decimos que hemos madurado cuando podemos controlar la mayor parte de nuestras emociones en la mayor parte de circunstancias; y podemos decir que actuamos de forma irracional cuando las emociones suelen controlarnos. Cuando somos incapaces de serenarnos y pensar.
Me detengo aquí para un paréntesis: Los seres humanos no solemos ser los mismos cuando actuamos individual y aisladamente que cuando actuamos en grupo. En grupo podemos perder filtros e incluso la prudencia porque en “en mara” la responsabilidad se diluye y encontramos cobijo en el grupo.
Para ir cerrando, y estas no son más que notas exploratorias, los seres humanos -en grupo- podemos actuar de formas en que no actuaríamos solos, e incluso podemos entregarnos a sentimientos que no dejaríamos aflorar como individuos. Pero, ya sea solos, o “en mara” debemos hacernos responsables de nuestros actos como individuos.
La responsabilidad individual es la clave porque el rol de la responsabilidad es invitarnos a pensar si estamos, o no, dispuestos a enfrentar las consecuencias de nuestras decisiones y de nuestras acciones. ¿Qué opinas?
Columna publicada en elPeriódico.