Salimos a caminar, para ir a desayunar, y en el camino encontramos zompopos de mayo. Los que visitan este espacio saben lo mucho que me alegran estos animalitos y lo mucho que me gustan asados en comal, y aderezados con mantequilla y sal.
A mí me gusta comer una tortilla con frijoles, o con guacamol a la que le he añadido unos seis u ocho culitos de zompopos para elevar la experiencia. Allá por 1973, un cuate -cuya familia era de Santa Rosa- llevó al colegio una bolsa con zompopos de mayo fritos en mantequilla y les agarré más cariño a esos animalitos porque así son deliciosos. Pero no los volví a probar hasta unas tres, o cuatro décadas más tarde.
Desde niño me llamaban la atención su tamaño, así como su dignidad y ferocidad porque cuando uno los agarraba, recibía rápido una mordida. Esta sin embargo, no era ponzoñosa como la de de una hormiga de fuego, ni nada parecido. Pero era una señal inequívoca y valiente: ¡Conmigo no te metas y si caigo, voy a caer luchando! Ese espíritu combativo también era su perdición; porque los chicos los cazábamos para hacer peleas de zompopos de mayo. Yo prefería sentirlos caminar en mi manos y sentir los valientes mordidas; pero si había una pelea, no le hacía el feo.
En algunas poblaciones guatemaltecas a los zompopos de mayo los llaman macashes y en otras ch´eken. La semana. pasada me enteré de un área en la que les llaman chekeles, y de que son exportados.
En el siglo XVIII, Francisco Ximénez, tel traductor del Popol Vuh, se refirió a los zompopos de mayo en su obra Historia natural del reino de Guatemala; y escribió que tienen la cabeza grande y unas tenazuelas que parece que son de acero y tienen filo, y punta corva y cruzada como las tixeras; y así cortan con ellas cosas bien duras…entre ellas hay unas muy grandes, y con alas, no son que críen alas, sin que es como la gente principal entre ellas. Aquestas grandes y con alas, no salen del hormiguero, sino es cada año cuando caen los primeros aguaceros, que es por el mes de mayo…y se levantan volando con una singularidad maravillosa, por lo cual los indios, y otras personas que las comen tostadas, y dicen que es comida sabrosa, las cogen con facilidad…y es que como no han visto luz, al verla tan hermosa se van a ella, y así los indios no tienen más que encender unos ocotes, y con esto se les vienen todas a las manos, y cogiéndolas las tuestan, y las comen, y aun las sacan a vender, como lo he visto.
Para que esta temporada comience con la alegría que debe comenzar, espero con ansias los primeros anacates del año.
De paso, algunos ecohistéricos, socialistas y colectivistas creen que el futuro es comer insectos porque no deberíamos comer carne. Creen, incluso, que se debería prohibir la carne, o por lo menos ponerle impuestos tan altos que la hagan prohibitiva. Pero tu, que eres listo, puedes distinguir que no es lo mismo echarle chapulines a la naranja para tomarse un tequila, o comer una tortilla de frijoles volteados con unos cuantos zompopos, o deleitarse con unos escargots…¡Por placer!, que tener que comer bichos porque otras personas te fuerzan a hacerlo, o porque te prohiben, o te encarecen otras opciones. Una cosa es comer algo por gusto y otra no tener opción.