A Nora en el Día de las madres

 

Un día pasé por su casa y estaba feliz porque ayudaba a uno de mis sobrinos con su álbum del Mundial. Si hubieras visto las chispas que salían de sus ojos cuando contó que ya solo les faltaban 26 estampas, sabrías por qué es que es imposible no sentir admiración y cariño por esta octogenaria que sabe cómo apasionarse como niña.

La admiro porque ha llevado la adversidad con dignidad; porque cuando faltó mi padre no se intimidó y porque si lo hizo, sus hijos no nos enteramos. La admiro porque sabe ser la voz de la razón, en medio de la confusión; porque sabe conservar la serenidad, en medio del caos; y porque siempre tiene palabra de consuelo para cuando hacen más falta.

La admiro porque es generosa, paciente, comprensiva y alegre. Aunque fracasó miserablemente en enseñarme a bailar, nunca se desanimó en esa empresa. Y aunque ella baila fabuloso, nunca se avergonzó de que su primogénito tuviera dos pies derechos.

Sin duda que Nora tiene un manual de cómo ser madre… y lo aplica en su versión de cómo ser abuela. Sus nietos la adoran y sé por qué. Porque contagia alegría, porque no pierde la cabeza y porque sabe lo que es la justa medida.

Que sea divertida, generosa y paciente, no quiere decir que no sepa cuándo apretar el tornillo. Una mirada suya solía ser suficiente para evitar travesuras y conductas infantiles. Y si la mirada no bastaba, pues ahí iba un pellizco seguido de la sentenciosa frase: Te-es-tás-lu-cien-do.

¡Nadie! hace mejor fiambre, mejor lasaña, mejores pays, ni mejores galletas que ella. Se goza igual, una tortilla con sal, que cualquiera de las comidas que he mencionado antes; y tiene un green thumb increíble para los culantrillos.

Estuvo a mi lado estuvo cuando me dieron varicela, hepatitis y malaria; estuvo de mi lado cuando perdí un año en el colegio y cuando perdí mi primer empleo; estuvo cuando perdí a mi padre y cuando me le escapé a la parca. Ha sabido estar en las buenas, y se las arregla para estar en las malas. Sabe cuándo hay que abrir una botella de vino, y sabe cuándo es mejor que haya silencio. Nora se ve menuda, pero siempre ha sabido cuidar a sus cachorros.  Todavía es como el conejito de Duracel…pero en cámara lenta.  Sólo…no te dejes engañar. por las apariencias.

A quien se le acerque, con cariño, siempre ha sabido ofrecerle un hogar feliz y un rincón a su lado; y aunque a veces no todo ha salido bien, lo cierto es que donde ella está, siempre hay lugar para la alegría, para la luz, para las cosas algo locas, para los aromas y sabores olímpicos y para la generosidad.

A Nora, y a todas las madres: ¡Feliz Día de la madre!

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