El gobierno -que son los políticos en el poder, los burócratas y sus clientelas que viven del presupuesto del estado- se sostiene con los impuestos que toman de sólo 2 millones 675 mil tributarios incluyendo a los que sólo les extraen el impuesto de circulación de vehículos. Sin contar este último tributo, el peso de los pipoldermos descansa principalmente sobre 1 millón 200 mil personas y empresas.
Puesto de otra forma, de los 17 millones de habitantes que hay en el país, sólo 11% cargan con el peso del gobierno -que son los políticos en el poder, los burócratas y sus clientelas-.
No faltará quién diga que hay que ampliar la base tributaria y qué más personas deberían pagar el costo de los políticos en el poder, los burócratas y sus clientelas. Pero eso no es lo importante, porque la expoliación generalizada no hace esa práctica menos inmoral. No se te olvide que cobrar impuestos es tomar dinero ajeno mediante la amenaza del uso de la fuerza, para luego distribuirlo arbitrariamente entre los intereses, negocios y la clientela del políticos y burócratas con poder.
Paralelo a ir por ahí lo que corresponde es identificar cuánto de aquel peso y de aquella expoliación no es para el bien común, ni para el interés general, sino para satisfacer intereses particulares y privilegiados. Hay que identificar cuánto de aquel peso y de aquella expoliación es para pagar plazas para fantasmas, viajes, vehículos, combustibles, y otras canonjías. Hay que identificar cuánto de aquel peso y de aquella expoliación se va en desperdicios y mala administración, cuánto se va en duplicación de funciones y en programas inútiles, anacrónicos y puramente políticos, así como los que son sólo para que no se diga que no hay. Hay que ver cuánto de aquel peso y de aquella expoliación se va en corrupción. Hay que ver cuánto de aquel peso son bisnes para socios, familiares, amigos y amantes.
Hay que ver cuánto de aquel peso y de aquella expoliación sirve para violar los derechos individuales de las personas y sus esferas de acción privadas; en vez de servir para proteger la vida, la libertad y la propiedad, así como las esferas de acción privada.
Sin aquellas identificaciones la discusión de quiénes deberían pagar impuestos es sólo la que sostienen dos lobos y una oveja sobre qué va a haber de cena.