Hay una desconexión profunda y perniciosa entre los electores y tributarios, y los diputados que supuestamente los representan. ¿Sabes quién es tu diputado? ¿Recuerdas por qué candidatos votaste? Hazle esas preguntas a tres personas y a ver qué te contestan.
Como consecuencia de esa desconexión los diputados no sienten responsabilidad con sus electores. Se cree que los diputados representan los intereses de sus distritos; pero en realidad lo que llegan a representar son los de sus financistas y los de los caciques locales, cuando no los suyos. El Congreso, entonces, es un bazar en el que se negocian privilegios, legislación, y clientelismo al margen de los electores y tributarios; y muchas veces en perjuicio suyo. En el Congreso hasta se negocian derechos individuales porque los diputados no son accoutable, ni tienen por qué serte leales.
Antes de la Constitución de 1985 la teoría política apuntaba hacia dos formas de elegir candidatos a diputados: 1) De entre personalidades locales, con la idea de que los partidos se fortalecerían con su liderazgo; pero lo que resultó fue que la candidatura se le daba a quien pudiera pagarla, o a quien ofreciera compartir los principios del partido, aunque fuera del diente al labio. 2) Los listados nacionales para meter por ahí a las dirigencias partidarias por las que pocos votarían de otra forma. El resultado fue el deterioro de la calidad de los diputados y cada vez se raspa más el fondo de la olla.
Hay una forma de salir de ese problema y es mediante la elección de diputados por nombre y de forma individual. Esa es la reforma más importante y urgente. Claro que hay que desestatizar el financiamiento de los partidos; y hay que reforzar a los partidos como intermediarios entre mandantes y mandatarios por medio de plataformas ideológicas y programáticas; y hay que crear distritos electorales pequeños y hasta descartelizar la presentación de candidatos; y hay que fortalecer al TSE; pero cualquier reforma que no incluya la elección individual de diputados será una modificación coja y peligrosamente insuficiente.
Columna publicada en elPeriódico.