El gas propano -que se usa para cocinar en muchísimos hogares y negocios- ha subido de precio por lo menos un 10 por ciento; y en un acto irresponsable de populismo la respuesta de la Administración es la de ofrecer un subsidio temporal. El Congreso tenía que detener el disparate; pero se subió al carro de la demagogia.
La dirigencia popular, siempre más interesada en promover la ingobernabilidad y hasta la violencia, antes que la mejora de la calidad de vida de las personas, exige que desde la política se haga algo y…pues…”al chile”…¡150 millones del dinero de los tributarios!
El alza, por cierto, no es un capricho, ni una maldad local. Es un fenómeno mundial relacionado con el precio del petróleo crudo (que ha subido), la producción (que ha bajado), la demanda estacional (que sube en tiempos de frío) y con la crisis de los sistemas de distribución (que no da muestras de solución en el corto plazo).
Una forma ética y sana de aliviar a los consumidores de gas propano -y a los de los productos que dependen del gas- hubiera sido que el sector político y burocrático de la economía renunciara a los impuestos que nos quitan a los tributarios por el consumo de aquel combustible. Pero los pipoldermos, más interesados en la expoliación que en la racionalización de gastos, le dieron un rotundo ¡No! a esa posibilidad; y está en duda, claro, si aquella renuncia debe incluir el IVA porque ese impuesto debe ser universal y neutro, por su propia naturaleza.
La peor solución, eso sí, es el subsidio. ¿Por qué? Porque un precio bajo artificial del gas -mediante ese tipo de ayuda– incentiva el desperdicio del combustible. El subsidio desnaturaliza la función informadora del precio y pasará con la lumbre lo mismo que con el agua. Sin precio real, no hay incentivo para evitar el uso irracional de cualquier recurso. Y luego…¿quién se va a atrever a quitar el subsidio cuando los consumidores lo consideren un derecho adquirido, que creen que pueden defender a pedradas? El subsidio, como siempre, será pagado por los tributarios de una forma, u otra…con creces.
Columna publicada en elPeriódico.