Hoy es el Día de las abejas; y como esos son unos de mis animalitos favoritos, pues lo celebro.
De vez en cuando una abeja cansada, o dos, caen en mi balcón y si tienen suerte me doy cuenta. Me gusta prepararles agua con miel para que beban, se repongan y alcen el vuelo. ¡Ni te imaginas lo alegre que me pongo cuando veo que vuela y se va!
En casa siempre hay miel y la usamos para comer waffles, panqueques y crepas, para comer con bananos, como golosina y para cocinar. Siempre andamos en busca de mieles y tenemos preferncia por las que tienen sabor amaderado. ¿Sábes qué es delicioso? Comer la miel con una astilla gruesa de madera recién cortada. ¡Que cosa rica el buen pan francés con miel! ¿Has comido queso chancol, o queso manchego con miel?
El año pasado dos amigas nos regalaron cuatro mieles distintas, muy distintas, para catar y fue una experiencia encantadora.
Desde que en la Primaria estudié a las abejas, las colmenas y la miel -en la clase de Ciencias naturales, agropecuaria y salud y seguridad, con Miss Estercita- valoro mucho el trabajo de aquellos animalitos. Pero ya antes, desde la preprimaria cuando mi abuelo Jorge volteaba la botella de miel y subía la burbuja y él decía que era el paracaidista, la miel llamaba mi atención y despertaba mi imaginación, y se me antojaba.
Cuando era niño, mi tía abuela, la Mamita hacía turrón a mano y cuando le ponía miel caliente a las claras de huevo para preparar aquel postre tradicional, a la cocina llegaba multitud de abejas que revoloteaban en el lugar; y a mí me fascinaba ese espectáculo.
Una vez, cuando tenía unos 14 años estaba viendo un documental de abejas en casa de mis padres y me entró un deseo irresistible de comer miel. Fui a la despensa y me llevé la sorpresa de que no había miel de abejas. Había de maple y de caña en el refrigerador, ¡Pero no había miel de abejas! Lo que se me ocurrió fue dirigirme a la casa vecina de una amiga de mi abuela, y pedir que me regalaran miel. ¡Así me quité el antojo!…y decidí que nunca debe faltar aquel producto en mi casa.
Gracias a mi amigo, Bobby, cuyo padre tenía colmenas en Amatitlán, una vez –ca. 1979- participé en el proceso de sacar las colmenas, ponerlas en la extractora centrífuga y extraer el producto precioso y dulce elaborado por las abejas. Me gocé lamer y chupar trocitos de colmena.
¿Cuándo fue la última vez que me picó una abeja? Creo que fue cuando estaba en Quinto año de primaria, minutos más, minutos menos, y fue en la finca Florencia durante un día de campo con mi familia, durante la temporada en la que mi papá corría en moto. Creo recordar que mi abuela me puso tabaco en la picadura, luego de sacar el shute de la abeja que me picó.
En otro orden de ideas, las abejas eran el símbolo personal de Napoleón I, emperador de los franceses. Las abejas son símbolos muy antiguos relacionadas con la dinastía merovingia, símbolos del trabajo y de la inmortalidad.
Hoy celebro a las abejas y al magnífico producto de sus afanes.