Pacayas, ceiba e impunidad

En Guatemala, la aplicación de la ley suele ser sólo para aquellos que no tienen poder, o influencia como para hacerse los quites.  Aquellos que tienen privilegios políticos pueden pasar un rato colorado; pero en el mediano plazo suelen gozar su impunidad.

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Esta semana, dos hombres sencillos fueron capturados por cortar pacayas y fueron acusados de Atentado contra el patrimonio cultural (porque las pacayas -esas mismas que son deliciosas envueltas en huevo y en el fiambre- son una especie amenazada, y porque las cortaron en un parque nacional, de esos que suelen estar en el abandono).  Los cortadores fueron amenazados con prisión de entre 5 y 10, y multa de por lo menos Q10,000.  Es cierto que robo es robo; pero las autoridades fueron objeto de mofas y befas (con razón) a causa del alboroto que armaron, y los cortadores y sus familias sufrieron lo indecible, aunque la final parece que el caso será desjudicializado.

Casi al mismo tiempo, un grupo de orcos derribó una ceiba enorme y ramas de otro arbolón similar, para bloquear el tránsito en una carretera, con el propósito de exigir el restablecimiento de la energía eléctrica en sus poblaciones.  Habría que ver por qué, exactamente, es que no hay energía en aquellos lugares; pero derribar árboles centenarios para dañar a terceros y celebrar el delito como si fuera una forma legítima de protesta, es una canallada. ¿Y las capturas? Te preguntarás.  No se ha oído de una.  Porque en ese tipo de actos suelen estar involucradas organizaciones prácticamente intocables.

Aquel no sería el caso si tu, o yo botáramos una ceiba, un conacaste o algo parecido sin pedirles permiso a los políticos y burócratas, aunque el árbol fuera nuestro. Hace años, una amiga estuvo sometida a un proceso judicial porque cortó una ceiba que había sido alcanzada por un rayo y era peligrosa.

Descontando que robo es robo, el caso es que, si el hechor es una persona cualquiera, las autoridades se ensañan; pero si el perpetrador forma parte de una organización popular, o tiene poder, o influencia política, puede cometer delitos con impunidad.

Columna publicada en elPeriódico.

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