En el contexto de la elección de magistrados para la Corte de Constitucionalidad (cuyo cambio debe realizarse en el plazo fatal estipulado en la constitución, sí, o sí), el concepto de reconocida honorabilidad parece presentar dificultades e incluso es controversial.
En una comunidad e incluso en la Guatemala soñolienta de principios del siglo XX era relativamente fácil saber quien era quien y conocer la reputación de las personas. En tiempos de mis padres y de mis abuelos, y antes, era más fácil saber quiénes lucían trayectorias de virtudes como responsabilidad, confiabilidad, honradez, prudencia y otras que apuntan a la honorabilidad. Pero es más difícil en una sociedad compleja.
Mi abuela decía: A saber qué pata puso ese huevo, cuando se refería a personas cuya trayectoria o reputación eran desconocidas. No es que sea malo por sí mismo ser desconocido; pero el concepto de reconocida honorabilidad trae consigo la necesidad del reconocimiento.
En El retorno del superhombre, Warren Orbaugh define algunas de aquellas virtudes como: responsabilidad, el hábito de honrar la obligación elegida en el supuesto de que somos seres volitivos y somos la causa de los actos propios; confiabilidad, el hábito de proyectar hacia los demás la seguridad de que uno honrará la obligación asumida; honradez, es la virtud de aplicar la sensatez, la veracidad y la justicia a evitar perjuicios a terceros, deliberadamente; y la prudencia o sensatez que es el hábito de deliberar y juzgar correctamente sobre lo que es bueno.
Y entonces, me pregunto, esos magistrados que retrasan resoluciones, o las aceleran con criterios políticos (en vez de jurídicos y constitucionales) ¿lucen virtudes como la honradez y la prudencia? Esos que van en representación de intereses particulares, y los manipuladores ¿tienen trayectorias de confiabilidad? ¿Buscamos superhombres? El sistema, ¿atrae, o repele a personas virtuosas? Es importante, sí, saber qué pata puso ese huevo; pero es más importante el diseño institucional que no dependa de las personas, sino de la calidad institucional en sí misma.
Columna publicada en elPeriódico.