Ah, doña Luna, la bella, se mostró encantadora el viernes pasado previo a ocultarse en el oeste al amanecer.
La acompañó, en su espectáculo, el siempre activo volcán de Fuego.
Y me acordé de esto que escribí hace ratos:
En mi vida han habido varias lunas: en otra vida tuve un restaurante que se llamaba Luna Llena y desde siempre he sabido recitar:
Luna, comé tu tuna.
Echá las cáscaras
En la laguna.
Y cuando era niño, creía que cantaba como ninguno:
La Luna se está peinando
En los espejos del río.
Y el toro la está mirando
Entre la jara escondido.
Aún hoy me embruja la Luna cascabelera, la Luna lunera, la Luna gatuna. Cuando por mi telescopio vi por primera vez a a la Luna, me salió un suspiro profundo; casi exactamente el mismo suspiro que salió cuando comí pasteles de Luna en Taipei. De vez en cuando, y sin razón alguna, canto Blue Moon; me gusta la cerveza Blue Moon; y también, sin razón alguna, canto, o aúllo:
Luna que se quiebra
Sobre las tinieblas
De mi soledad.
La Luna me embelasa y me acaricia. La Luna me canta y la Luna me arrulla. Y aveces le pregunto:
Dime Luna de plata
Qué pretendes hacer
con un niño del piel.
A veces, la Luna se pone re grandota, como una pelotota y alumbra el callejón; y Aa veces, la luna es gardenia de plata y hoy celebré a la Luna y con taza en mano salí a saludarla y a aullarle…como a ella le gusta.