El control jurisdiccional y el laberinto

La selección de jueces debe ser cuidadosa porque a la función jurisdiccional le corresponde dilucidar conflictos en materias civil, mercantil y penal; y porque a ella le corresponde hacer efectivas las garantías que protegen a los individuos contra los abusos de quienes ejercen el poder.  Porque le corresponde el control jurisdiccional de los otros poderes del estado.  Control del cual, ella misma, no debe estar exenta.

“Los jueces deciden los derechos más sagrados de los hombres… disponen de su vida, de su honor, y de su hacienda”, dice “El amigo de la patria.

Lo triste es que, en un estado benefactor, mercantilista y colectivista como el guatemalteco, en el que los individuos y muchas organizaciones están acostumbradas a usar el gobierno y la legislación para hacer avanzar sus intereses, la selección de jueces y el control jurisdiccional se han convertido en instrumentos de guerra jurídica o lawfare. El lawfare es el viejo derecho penal del enemigo, que es un derecho penal sin garantías porque sirve a un bien mayor político.

La guerra jurídica es la práctica de usar los sistemas legales y las instituciones para conseguir objetivos políticos, o económicos.  La guerra jurídica puede ser practicada desde dentro del gobierno hacia la sociedad; al interior del gobierno, desde el poder; o al interior de la sociedad, entre individuos, o entre organizaciones.  Va desde el uso de la legislación y las instituciones para deslegitimizar al enemigo; hasta el uso de aquellas para erradicarlo.

De ahí que para tirios y troyanos sea importante el control de las fuentes de poder, incluida la que ejerce la función jurisdiccional.  No basta con conseguir legislación a favor y no basta con que la Administración allane el camino para los intereses propios y obstaculice los intereses de los competidores.  En caso de controversias, o en caso de que haya resistencia contra el abuso, ¿por qué es que los tirios y los troyanos no querrían jueces de su bando?

Así las cosas, hay que detener a la costra nostra de los tirios y a la de los troyanos; y todo lo que se haga para diluir el poder de cualquiera de los dos lados (suponiendo que sólo hay dos) es bueno.  Por lo menos para ganar tiempo.  Pero lo malo es que, aquí y ahora, no es fácil encontrar por dónde es que el sistema tenga la capacidad para regenerarse.

…y aquí estamos en nuestro laberinto los chapines.

Columna publicada en elPeriódico.

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