Los que visitan este espacio con frecuencia y desde hace tiempo, saben que soy fan de las celebraciones populares del Día de la Independencia. ¡Gozo y disfruto a la gente y a las familias felices en el Obelisco, corriendo con antorchas y desfilando, o viendo los desfiles, y los actos en la Plaza de la Constitución!
Gozo y disfruto esas celebraciones porque en alto porcentaje son espontáneas y porque reúnen pacífica y alegremente a los chapines. Son parte de nuestras tradiciones más enraizadas y me recuerdan mi infancia y mi adolescencia, conectan a las actuales generaciones con las anteriores.
Dicho lo anterior, me ha parecido escandaloso que, con lo castigadas que están las economías familiares de los guatemaltecos y con la falta que hacen los recursos -que hay, pero que la Administración es incapaz de ejecutar como debe ser- el gobierno de Alejandro Giammattei pretenda que las fiestas del 200 aniversario de la Independencia vayan a durar 200 días. Porque, no te engañes, la fiesta de 200 días sería pagada con el dinero que políticos y burócratas en el poder nos quitan a los tributarios.
Si, claro que entiendo que no va a ser una parranda de 200 días; pero también entiendo que la Magdalena no está para tafetanes. Menos, si las fiestas van a tener una administración centralizada y política. Menos, si los espectáculos van a ser virtuales y costosos. Menos, si van a ser oportunidades para la corrupción.
Si me preguntan, yo preferiría algo solemne y digno, algo sencillo y elegante, como diría mi abuelita Juanita. Invitaría a las municipalidades y a los liderazgos nacionales a no favorecer festejos multitudinarios.
Por prudencia, estoy convencido de que la celebración de los 200 años de Independencia de Guatemala es una buena ocasión para descubrir las virtudes romanas de gravitas y dignitas. Y el año entrante, cuando hayamos aprendido a vivir con el SarsCov2 como vivimos con otros viruses, habrá oportunidad para rescatar los desfiles y las antorchas y para que los que solemos reunirnos en el Obelisco, o en la Plaza de la Constitución disfrutemos de la fiesta como debe ser. Con más fuerza, con más alegría. Como rescataremos las procesiones, las ferias y otras actividades parecidas. Vacunados, o no. En rebeldía contra el miedo y la irracionalidad.