Las pintas del 28N

Muerte, rabia, furia y revolución fueron los mensajes que abundaban en las pintas callejeras con motivo de la manifestación del 28 de noviembre pasado; manifestación a la que decidí no ir porque consideré que para nada reflejaría mis aspiraciones personales como tributario, elector y ciudadano.

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Yo iría a la plaza para demandar la derogación del presupuesto estatal criminal para 2021 y para exigir una forma personal de elegir diputados; pero no iría a hacer bulto con quienes quieren una constitución que satisfaga necesidades (frente a una que proteja los derechos individuales de todos por igual), ni con quienes quieren tomar el poder al margen de las elecciones.

Luego de la experiencia del 21N -jóvenes embozados y armados con bates y palos de golf-, luego del fuego en el Congreso y a la vista de las pintas que encontré ayer, y de los disturbios alrededor del bus.  Creo que fue una decisión acertada.

Toca buscar formas más creativas para enfrentar la agresión tributaria y endeudadora de los pipoldermos; y toca buscar formas creativas para distinguirse de los que hacen las pintas, acuden con bates y palos de golf, medran en las crisis y el caos. Si bien es cierto que la mayoría de la gente llega de forma pacífica y con buenas intenciones a la plaza; también es cierto que detrás del 21N y del 28N hay más de lo que se ve.

Creo, además, que el Ministerio Público debe hacer y exhibir una investigación objetiva e independiente que aclare -sin lugar a dudas- quienes fueron los autores de la quema en el Congreso y de el fuego y los disturbios en la Plaza de la Constitución.

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