A sólo unos días de comenzar las clases y en medio de una pandemia y de un encierro forzado, hoy se jubiló mi viejo libro de Los fundamentos de la libertad, por Friedrich A. Hayek.
Es el libro en el que estudié Filosofía social de Hayek, con el dilecto Jesús Amurrio en 1981, el que usé cuando fui auxiliar de Julio César De León Barbero, José Antonio Romero, Clynton López y Juan Carlos Castillo; y el que he usado como durante años como profesor titular.
Cuando leo ciertos párrafos recuerdo bien dónde estaba parado Amurrio -en clase- cuando discutimos ese tema (con su taza de café y su cigarrillo), en el viejo campus de la Universidad Francisco Marroquín, frente al Campo de Marte. Está algo desvencijado y sus páginas están marcadas con distintos resaltadores de textos y con algunos post-its; y están subrayadas y anotadas con distintos bolígrafos. Muestra las huellas de mucho tiempo de uso.
Este semestre será sustituido por una edición nueva a la que mi madre le ha traspasado las marcas, los subrayados y las anotaciones relevantes, con mucho cuidado. El viejito se va a descansar y el nuevo ¡sólo ganas!
Me encanta dar la clase de Hayek porque es un grande del pensamiento, a pesar de que no tiene la consistencia, ni la contundencia que tienen Ludwig von Mises y Ayn Rand, desarrolla ideas muy valiosas como la dispersión del conocimiento; la diferencia entre kosmos y taxis, y nomos y thesis; la diferencia entre las tradiciones de libertad inglesa y francesa; la diferencia entre valor y mérito por mencionar unas.
Difiero con él en su apreciación de la democracia y en cuanto a la naturaleza de las configuraciones (que él llama ordenes espontáneos) y los órdenes (que él llama ordenes creados), por mencionar dos.
¡Muchas gracias a mi libro viejito de Los fundamentos de la libertad!