Ahora que murió Marcos Mundstock, voz entrañable e icónica de Les Luthiers, vinieron a mi mente unos versos de El rey enamorado: ¡El poder, la prisión, el trono! ¿El trono, o María? Al fin y al cabo, el trono lo quiero para posarme sobre el, y satisfacer mis deseos, los mas sublimes y los mas perversos, en cambio a María la quiero para…. caramba, ¡qué coincidencia!
¿Y por qué es atingente aquello?
En el mundo, muchos de quienes ejercen el poder han echado mano de un dicho perverso de la política que aconseja que nunca desperdicies una buena crisis; y en ese espíritu han aprovechado “el trono” para satisfacer -con todo tipo de intenciones- muchos de sus deseos y caprichos ideológicos y políticos. Posados en el trono han encontrado que pueden mandar, ordenar, prohibir, regular y controlar a una masa ansiosa por ser mandada, ordenada, prohibida y regulada. Incluso si para ello tienen que violar la ley y el orden constitucional.
En casi todo el mundo la libertad individual de producir, consumir, intercambiar y servir, sin coerción, ni privilegios está bajo ataques constantes, cuando no ha sido pisoteada sin más. Igual suerte corre la libertad de expresión.
En España, por ejemplo, el Jefe de la Guardia Civil, dejó ir que ese cuerpo policial estaba trabajando en minimizar las críticas al gobierno. En China, el régimen criminal de Pekín ha impuesto restricciones sobre la publicación de investigaciones académicas sobre el origen del SARS-CoV-2. Aquí en Guatemala hay diputados que quieren regular el teletrabajo; y así podemos seguir con una lista larga de acciones contra la libertad en general, y contra la libertad de expresión en particular. Y este estado de cosas no debe ser tolerado, venga de donde venga. Sobre todo en tiempos de crisis, porque, como leí en Twitter: Al poder se le incomoda, no se le besan las botas.
Todo intento por coartar la libertad de expresión sólo contribuirá a el establecimiento de un pensamiento único, castigará la discusión de ideas y penalizará la búsqueda de la verdad. ¡Nada bueno trae la censura! El trono, no debería ser para eso.
Columna publicada en elPeriódico.