El lunes por la tarde pasé al supermercado y me impresionó mucho, pero mucho, la falta de cordialidad que había entre los clientes que andaban ahí. Me detuve un momento a observar y lo que vi fue autómatas que cuando no estaban casi inexpresivos, sus rostros mostraban gestos de hostilidad. ¡Que no te le fueras a atravesar a uno de ellos en el pasillo con tu carreta, o en el estacionamiento con tu auto!
Cada uno estaba ahí con una misión, o dos, y la iban a ejecutar, si, o si. Esa fue la impresión que tuve luego de pararme a observar. Y entonces dispuse sonreír y darle el paso a quien lo quisiera de buenas, o malas. Pensé que un gesto amistoso, quizás podría fortalecer el corazón de aquellos individuos angustiados…y no sirvió de mucho, pero me sentí mejor. Quizás alguien repita el gesto.
Pensé que así debe ser en los regímenes socialistas, al principio, cuando la gente todavía no se ha resignado, ni acostumbrado a la escasez de todo lo que damos por infaltable. Y pensé que así debe ser el principio del apocalípsis´psis zombie, para luego explorar cuáles son las virtudes que necesitamos (o que creo que necesitamos) en crisis como la que vivimos.
¡La racionalidad, por supuesto!; pero ¿y luego? Un tanatal de buena educación, cordialidad, empatía y solidaridad. Me acordé por las historias que contaban mi abuelita Juanita y mi tía abuela, La Mamita, sobre los terremotos de 1917 y 18, seguidos inmediatamente por la gripe española. Luego pensé en coraje y confianza que son necesidades prácticas, según John Galt, en La rebelión de Atlas. Coraje que es la forma práctica de ser fiel a la existencia, de ser fiel a la verdad; y confianza que es la forma práctica de ser fiel a la propia conciencia.
Que no se pierdan las bonitas costumbres de pedir por favor y de dar las gracias, de saludar y de ir al encuentro del otro. Que las emociones no avasallen a la razón; pero que haya cordialidad, que no se pierda el sentido del humor, y que no se pierda el respeto.
Columna publicada en elPeriódico.