Atardecer en Atitlán, por los Maudslay

Al observar un atardecer en el lago de Atitlán, Alfred y Ann Maudslay escribieron: The clouds seemed to be bewitched: they came down on us in alternate black and sunlit masses, terrible in their majesty; then rolled aside to show us all the beauty of a sunset sky, tints of violet that shaded into pink, and pink that melted into the clearest blue, whilst far away beyond the mountains seaward rolled vast billowy masses, first red and yellow, and then pink, fading to the softest green. Again and again would the clouds roll down upon us, the mist at times so thick that we could not see beyond a hundred yards; then just as quickly it would roll away and reveal a completely new phase of this ever-shifting scene of beauty. It is a poor simile, but I can compare it to nothing but the falling and rising gauzes of a Christmas transformation scene, with a wealth of colour and effect that Covent Garden may despair of ever attaining. As the sun sank behind San Pedro, all turned again to dark and angry purple, with contrasts and reflections like the sheen of a shot silk. Slowly the mists melted away with the fading daylight. Venus sunk for a while as a splendid jewel in the air, and the  mountains turned again to shadowy masses, outlined against a crystal sky.

¡Ah, quien ha visto un ocaso en aquel lago estará de acuerdo con la descripción que hicieron aquellos viajeros del siglo XIX!

Hace como cinco años me dieron ganas de compartir las fotos de A Glimpse at Guatemala(1899); un libro publicado por Ann Carey Maudslay y Alfred Percival Maudslay, viajeros británicos que estuvieron en Guatemala en tiempos de Naná Camota.  Había dejado a un lado el proyecto que voy a retomar en estos días propicios para priorizar y valorar no sólo lo que tenemos, sino a quiénes tenemos.

Este pasaje del libro es tan encantador que lo comparto traducido:

Las nubes parecían hechizadas: cayeron sobre nosotros en masas alternas, entre negras e iluminadas por el sol,  terribles en su majestad; luego se hicieron a un lado para mostrarnos toda la belleza de un cielo al atardecer, tonos de violeta que se convirtieron en rosa y rosa que se derritió en el azul más claro, mientras que lejos, más allá de las montañas, hacia el mar se extendieron enormes masas ondulantes, primero rojas y amarillas, y luego rosas, desvaneciéndose al verde más suave. Una y otra vez las nubes rodaban sobre nosotros, la niebla a veces era tan espesa que no podíamos ver más allá de cien yardas; entonces, con la misma rapidez, se alejaría y revelaría una fase completamente nueva de esta escena de belleza siempre cambiante. Es un símil pobre, pero no puedo compararlo con nada más que las gasas que caen y suben de una escena de transformación navideña, con una gran cantidad de color y efecto que Covent Garden podría desesperarse por lograr. A medida que el sol se ponía detrás de San Pedro, todo se volvió de nuevo a un color púrpura oscuro y furioso, con contrastes y reflejos como el brillo de un tiro de seda. Lentamente, las nieblas se derritieron con la luz del día que se desvanecía. Venus colgaba por un momento como una espléndida joya en el aire, y las montañas volvieron a convertirse en masas sombrías, perfiladas contra un cielo de cristal.

La foto, que dice: Sunset, the lake of Atitlán,  es por A. P. Maudslay y el grabado es por la Swan Electric Engraving Co.

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