¡Chicle de verdad!

Cuando yo era niño (en el siglo pasado) los chicos o chicozapotes, con frecuencia traían chicle natural adherido a sus semillas.  Por supuesto que es un chicle insaboro; pero a mí me maravillaba la idea de que de ese material se hacían los chicles, o gomas de mascar,  que uno compraba en las tiendas.

Chicle natural que hallé en mi chico del desayuno.

Lejos estaba de saber que los chicles de las tiendas ya no se hacían con el chicle de los chicos.  Lejos estaba, de saber que -en pocos años- los chicos con chicle se harían más y más raros y que prevalecerían nuevos injertos con dos ventajas: menos gusanos (porque los chicos naturales solían traer gusanos) y nada de semillas.

Alejandro y Darwin con un bloque de chicle natural, en La Florida, Petén.

Cuando viajé a E Mirador, la primera noche en la selva la pasé en La Florida, un sitio arqueológico que también es un campamento de chicleros; y ahí vimos cómo cocían el chicle en peroles y nos mostraron bloques de aquel material.  Entonces me acordé de a novela Guayacán, del guatemalteco Virgilio Rodríguez Macal, libro que -si te gustan las aventuras en la selva- te recomiendo leer.

En fin, de cuando en cuando me topo con chicos naturales (especialmente gracias a mi amiga, Lucía) y me alegro mucho cuando en ellos encuentro pedacitos de chicle; y ese fue el caso del chico que comí hoy en el desayuno.

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