Para mi gusto, el bacalao es el rey de los platos de esta temporada; y cómo me gozo el que preparamos en casa.
Lo hicimos desde la noche del sábado. Asamos los tomates y los chiles guaque y pasa. Freímos las cebollas rodajadas finamente y los ajos picados finamente en aceite de oliva en cantidad generosa, añadimos el pescado previamente desalado y desespinado. Sumamos la salsa de tomates y chiles licuada; y agregamos los chiles del piquillo en tiritas, las aceitunas y las alcaparras para luego dejar hirviendo el pescado durante por lo menos una hora en fuego lento. Por último un toque de azúcar moreno, un toque; y un poco de aceite de oliva adicional no está de más.
Desde niño me gozaba mucho la textura y el sabor característicos de este pescado preparado hábilmente por mis abuelas y luego por mi madre, basadas en la receta de mi bisabuela, Mami. Cada receta con su carácter propio, pero enraizada profundamente en una tradición larga.
Me gusta comerlo caliente, al tiempo y frío. Acompañado por arroz (y este año, como el año pasado, lo acompañamos con aguacate y fue buenísima idea). Este año un buen Merlot le hizo compañía. Y si es de boca, en la noche, con un buen whisky. Es una delicia remojar pan francés, de horno de leña, en esa salsa intensa.
En casa nos gusta que el de ayer fuera un almuerzo ceremonioso, que subraye el carácter festivo de la ocasión en la que se comparten los alimentos, las risas y los buenos recuerdos. En el que se celebran la fertilidad y fin de las noches largas.