Con la inauguración del Arbol Gallo empiezan, en Guatemala, las celebraciones del fin de año. Luego vienen la quema de diablo, las Luces Campero, los toritos de la fiesta de Guadalupe y la nochebuena que coincide con el más universal solsticio de invierno, el importante cumpleaños de Isaac Newton y las romanas saturnalias y el año nuevo. ¡Let the games begin!
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La fiesta del Arbol Gallo -de la Cervecería Centroamericana- no sólo incluye la iluminación de un árbol simbólico en el monumento a los Próceres de la Independencia, sino la iluminación de las arterias que convergen en él; es decir: La avenida de la Reforma, El bulevar Liberación, la avenida de las Américas y el bulevar Los próceres. También incluye espectáculos musicales y fuegos artificiales.
Desde temprano, las familias se reúnen a inmediaciones del árbol para esperar a que sea encendido. Muchas familias llegan a hacer picnic; pero otras llegan a trabajar. Como en otras ocasiones parecidas, a mi me gusta ir para ver cómo disfrutan las familias, en especial a ver cómo disfrutan los niños. Sólo el que no ha estado ahí para ver las miradas y sonrisas de los niños, e incluso las de muchos adultos y muchos ancianos, puede ser tan snob como para renegar de esta fiesta.
Desde los niños que van de la mano de sus padres, o de alguno de ellos sólo a pasear y a disfrutar; hasta los que llegan a vender donas, gaseosas, y lo que sea, junto a sus padres, junto a alguno de ellos, gozan de la música, las luces y la fiesta.
Luego de pasear por ahí me gusta volver a casa para ver, desde ahí, los fuegos artificiales y la iluminación del árbol. Tristemente, un nuevo edificio en el vecindario impide ahora que vea el árbol desde mi balcón; pero los fuegos artificiales se ven magníficos.
Por todos los que apreciamos la alegría de las fiestas de fin de año, por los niños que se las gozan especialmente, por todos los que disfrutamos de compartir momentos de alegría, ojalá que esta celebración, la del Arbol Gallo, tenga larga vida.