Los precios del café son de lesa humanidad dijo el Presidente de la Asociación Nacional del Café y cualquiera pensaría que está hablando de genocidio, o algo parecido.
Por cierto, delitos de lesa humanidad son actos inhumanos graves cuando que reúnen dos requisitos: la comisión como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, y con conocimiento de dicho ataque. No hay tal cosa como precios de lesa humanidad -ni precios justos, o injustos- lo que hay son precios de mercado.
Ayer hubo un titular que decía Café cae a US$ 97, con una advertencia: baja de precios podría agravar crisis social; y hoy, la dirigencia cafetalera habla de precios de lesa humanidad, de crisis y de efectos negativos, habla de la dominación por consorcios internacionales, habla de que el precio es la última bala para matar al productor de café. El Presidente de la Anacafé cree que los precios del café son un tema humanitario y de costos. Los políticos y burócratas deberían devaluar el quetzal para servir a los intereses de la caficultura, aunque los costos de la devaluación los pagaran otras personas, y lo dijo así: una tasa de cambio nos saca de competitividad y todos los demás países han devaluado su moneda como una medida para apoyar a la caficultura y ser competitivo, menos Guatemala. ¿Los cafetaleros quieren el privilegio de una tasa política -que no es la del mercado- aunque eso dañe y perjudique a otras personas y grupos productivos?
Lo cierto es que en Postulados económicos fundamentales (o en Proceso económico) uno aprende que si la oferta de un producto es muy elevada y la demanda no crece, o disminuye, lo más seguro es que eso resulte en precios bajos para el producto en cuestión. Es un hecho que en el mundo hay más oferta de café, que demanda y eso hace que los precios caigan.
Claro que los cárteles y consorcios pueden influir en los precios; pero de eso a suponer que los precios son de lesa humanidad hay kilómetros de distancia.
Cierto es, también, que en Guatemala los costos de transacción para la producción y comercialización del café son muy elevado y contribuyen demasiado a hacer inviable la caficultura masiva. En vez de pedir el privilegio de un precio político para el dólar, o de pedir el privilegio de programas subsidiarios (que pagan los tributarios, o sea tu) los cafetaleros deberían exigir que sean reparadas las carretaras; que se garantice seguridad no sólo en los caminos, sino en las fincas; que se flexibilice la legislación laboral y el tema de los salarios (esto si lo mencionó el dirigente en cuestión). Si te toca pagar programas subsidiarios para los cafetaleros, ¿luego te repartirán dividendos, o sólo pagarás el subsidio sin recibir algo a cambio?
Yo amo el café y me da pena que los cafetaleros pierdan por los precios bajos y los costos altos de transacción; pero me parece inapropiado que se sumen a los grupos que demandan privilegios.