Baal era uno de esos dioses a los que la gente le sacrificaba niños para que el universo no colapsara. Un día de tantos, Baal fue sustituido por otros dioses, la gente dejó de sacrificarle niños y ¿qué pasó? Niente. Las cosas siguieron su curso normal. Para hacer la historia corta, el estatismo es el Baal de nuestros días. Mucha gente está dispuesta a hacer sacrificios a sus pies para que su mundo no colapse. Pero la gente no se va a dar cuenta de que los sacrificios son innecesarios –y que el estatismo es prescindible, como Baal– hasta que deje de hacer sacrificios a sus pies. Nota importante: no soy anarquista, y estatismo no es lo mismo que gobierno bajo la ley.
De aquello me acordé cuando leí algunas reacciones a mi columna de la semana pasada. Muchas personas –especialmente burócratas– están convencidas de que sin un censo son imposibles las grandes estrategias estatistas (de Baal) que sacarán a miles de la pobreza. Y pensé: ¿Por qué sigue habiendo miseria luego de los censos y grandes estrategias de los últimos 50 años?
Pensé en Baal cuando muchísimas personas han hecho malabares para torturar el texto constitucional que dice que La ley establece el número de diputados que correspondan a cada distrito en proporción a la población y para invalidar la larga tradición de representación proporcional en la historia parlamentaria de occidente. En su altar, Baal acepta el sacrificio de principios, con tal de que el holocausto se base en criterios políticos de magistrados dispuestos a bendecir la inmolación.
Pensé en los adoradores de Baal cuando leí que los mejores argumentos de algunos, contra los peligros de la ideologización del censo, eran: Ignorante, tipejo, estúpido y tonto; sobre todo cuando es evidente que ni siquiera habían leído el texto que ofendía sus sensibilidades. Pensé en los sacerdotes de Baal cuando alguien agitó una tea y gritó: ¡Hay que denunciar este perfil! con la esperanza de silenciar los cuestionamientos de mi artículo y con la de imponer el pensamiento único que mana del templo de Baal.
Gracias a M. A. Bastos por la historia de Baal, aunque R. Blum dice que el que demandaba sacrificios de niños era Moloch; y las ilustraciones las tomé de Facebook.
Columna publicada en elPeriódico y las ilustraciones las tomé de Facebook.
De paso…como siempre el humor chapín se hizo presente en este tema del censo: