La semana pasada leímos que millones de niños en el mundo van a las escuelas; pero no aprenden. ¿Sorpresa? No.
El hecho es que millones y millones de niños van a las escuelas y al final de su experiencia no logran calcular e vuelto correcto cuando compran algo, no pueden comprender una receta médica, o no pueden interpretar una campaña publicitaria.
El estudio citado no dice si los niños que fueron objeto del estudio atienden a escuelas estatales, o a escuelas privadas. Pero se refiere a estudios en países como Kenia, Tanzania y Uganda, e India, Nicaragua, Uruguay y Brasil, donde la la educación estatal prevelece no sólo plenamente en la esfera pública, sino que tiene un peso importante en la esfera privada. En Guatemala, son contados con la mano los colegios privados que escapan a la influencia política. Con mayor, o menor grado de intensidad, uno puede decir que, en los países citados, la educación privada (donde existe) es educación estatal, administrada de forma privada.
Sólo por eso no deberían sorprendernos los resultados.
Pero hay algo más: uno puede forzar a los niños a ir a la escuela y puede forzar a los padres y encargados a que envíen a los menores a las escuelas; pero no los puede obligar a aprovechar y valorar esa posibilidad, así como no puede forzarlos a aprender.
En Guatemala, la educación primaria forzada data de ca. 1871; y ya para ahora deberíamos ver algunos buenos resultados de la educación coercitiva. Pero niente. Los resultados aquí son magros, por ejemplo: de los estudiantes de diversificado evaluados en 2012 por el Ministerio de Educación, ¡92.7% reprobó en matemáticas; y 75.52% reprobó en lectura! y esos resultados no han de ser muy distintos a los que arroja el estudio que da origen a estas meditaciones. No sólo por lo citado en el párrafo anterior; ni sólo por la influencia que tiene el espiritu sindicalista en la educación estatal; sino porque la educación estatal tiende a la formación colectivista y autoritaria, a los programas uniformes tipo one size fits all y a métodos anacrónicos.
La educación estatal -provista directa, o indirectamente por burócratas- eso sí, es una fábrica de súbditos obedientes y uniformes, adictos a nacionalismos, a toda clase de colectivismos y al victimismo. Lo vemos ahora en España, por ejemplo, si aún nos negamos a verlo entre nosotros.
Dicho lo anterior, ¿qué tal si dejáramos de hacer siempre lo mismo con la esperanza de conseguir resultados distintos?