A mí me encanta ir al Centro de la ciudad. El sábado anduve por ahí tomando fotos y como la luz estaba estupenda al atardecer conseguí buenas. Luego fui a tomar un refresco y a comer una crepe de Nutella. La verdad es que disfruto mucho de esos paseos y de practicar el antiguo arte de People Watching.
Pero hay algo que siempre me desagrada y es que el Centro siempre huele a meados. Por eso tomé la foto que ilustra esta entrada. Ahí hay dos meones que caché en la Once calle y Quinta avenida.
Cuando empecé a bloguear en Carpe Diem, hace casi diez años, una sección muy popular entre los primero lectores era la de meones y la abandoné porque me aburrió. Empero, creo que es importante denunciar a la gente que orina en las calles. Es una costumbre sucia y muy fea. Es una costumbre despreciable. Se compara con la de la impuntualidad, con la de no confirmar asistencia a las invitaciones, y a la de no responder directamente a preguntas directas. La de mear en lugares públicos es tan desagradable como la de sonarse la nariz con la mano y luego arrojar los mocos al suelo, o a una pared.
La idea de aquel espacio surgió porque una vez leí que en algún lugar de México, la gente les grita a los meones: ¡Meón, meón!; y porque el difunto Chepe Zarco impulsó, hace años, una campaña contra la gente que ensucia las calles. La campaña decía: No sea coche.