Anda por ahí la creencia de que la lucha contra la corrupción no tiene ideología; y eso es cierto en el contexto de que el objetivo de acabar contra aquel flagelo es compartido por tirios y troyanos. Pero hasta ahí.
Tirios y troyanos, colectivistas e individualistas, no diferimos en los objetivos, sino en los medios. Coincidimos en que hay que acabar con la miseria y reducir lo más posible la pobreza, por ejemplo. En lo que diferimos es en cómo y ese es el mundo de las ideologías.
De ahí que los tirios podrían querer acabar con la corrupción mediante el incremento del número de controles y de controladores de los procesos; reducir el sector voluntario de la economía y las esferas de acción privada de las personas, y ampliar el sector coercitivo y la esfera de acción estatal; establecer un sistema en el que los intereses colectivos prevalezcan sobre los derechos individuales, repartir privilegios y/o encargarle a una comisión internacional que asuma la responsabilidad propia de los contribuyentes y súbditos.
Los troyanos podrían querer acabar con la corrupción mediante la eliminación de toda posibilidad de decisiones arbitrarias y otros incentivos perversos en el gobierno; reducir el sector coercitivo de la economía y la esfera de acción estatal, y ampliar el sector voluntario de la economía y las esferas de acción privada de las personas; facilitar un sistema en el que los derechos individuales prevalezcan sobre los intereses colectivos; eliminar privilegios y/o facilitar que los tributarios y mandantes asuman la responsabilidad de velar por la probidad.
¡Y aquí estamos en el mundo de las ideas y de las filosofías que nos dividen! Y hay que elegir porque, como escribió Leonard Peikoff: La mayoría antifilosófica entre los hombres es la más dependiente de las ideas prevalecientes en su época. En tiempos de crisis, aquella necesita la guía de algún tipo de teoría; pero al no estar familiarizada con el campo de las ideas, no sabe que hay opciones frente a las teorías populares. Ella sólo conoce lo que siempre le han enseñado. De ahí que la lucha contra la corrupción no escape a la batalla de las ideas.
Columna publicada en elPeriódico.