Dos lectores de este espacio se mueren de ganas de que comente un artículo titulado Los famosos detrás de las 47 maquilas; seguramente porque en uno de sus párrafos dice: En Guatemala hubo una persona que trajo el libertarianismo, el neoliberalismo, que promulga la libre competencia en el mercado. Se llamaba Manuel Ayau, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fallecido hace un lustro. “El verdadero remedio es no repartir privilegios, sino que las autoridades traten a todo el mundo de igual manera”, escribió en su columna en “Prensa Libre” en abril de 2006 . No obstante, Samboro, empresa de cerámica y primera empresa fundada por él de las resaltadas en su biografía en Wikipedia, no sólo se inscribió en el 29-89 [Ley de fomento y desarrollo de la actividad exportadora y de maquila] en 1996 y sigue con la ventaja sobre la devolución del IVA, sino que le ha vendido al Estado.
El propósito de ese párrafo es llevar al lector incauto a la conclusión de que Manuel F. Ayau (uno de mis maestros más queridos y admirados) decía una cosa y hacía otra. Los autores del artículo aprovechan para confundir el libertarianismo con el neoliberalismo.
Antes de entrar en materia, por favor sígueme por el siguiente camino:
¿Has jugado Monopoly? Cuando juegas ese, o cualquier otro juego de mesa, ¿sigues las reglas del mismo? Si dijiste que no, no tiene sentido seguir; pero si dijiste que sí, hazme el favor de continuar.
Cuando va al mercado a comprar tomates y la vendedora te pide Q10 por libra. ¿Le ofreces Q12, o le ofreces Q8? Si le ofreces Q12 no tiene sentido seguir; pero si dijiste que le ofreces Q8, o menos que Q10 hazme el favor de continuar.
Uno sigue las reglas del juego porque eso permite anticipar las conductas de otros; porque las reglas evitan conflictos; porque definen la naturaleza del juego y hasta hay quienes las siguen sólo porque son las reglas. Uno no ofrece menos por los tomates porque no tenga conciencia social; uno ofrece menos por los tomates porque necesita que sus recursos le alcancen para las cebollas y para la hierbabuena (si va a hacer un chirmol).
¿Ya atisbas para dónde vamos?
Como lo dice el artículo en cuestión, la empresa citada se inscribió en régimen del Decreto Legislativo 29-89 en 1996. Aquellas reglas del juego (la ley de maquilas) son previas (¡pero muy previas!) a la inscripción de la empresa en el régimen de maquilas, la ley es de 1989 y la inscripción es de 7 años después. Aquel régimen es el marco legal que existe y si bien es cierto que crea privilegios, es el marco existente. Es el que hay. Hay otros, claro, pero el régimen de maquilas es el más barato. Como con los tomates, te permite destinar recursos a otras cosas que generalmente son otras inversiones y emprendimientos. ¿Cómo es que se le dice al que va a un mercado y compra caro, pudiendo comprar barato? Posiblemente es lo mismo que podría decirse de quien va al mercado e invierte caro, pudiendo invertir barato.
¡Por supuesto que legislaciones como la de la maquila crean privilegios!, y son promovidas por empersaurios mercantilistas, por ingenieros sociales, y por los que creen que los intereses colectivos deben prevalecer sobre los derechos individuales. Pero cuando permitimos que estén vigentes, son instrumentos legales. Lo ético en estos casos no es renunciar al uso del instrumento y dejar de invertir, o invertir caro. Eso no sólo perjudicaría la creación de riqueza (en el sector privado de la economía, que es el sector voluntario y pacífico) -aunque sea a expensas del sector público (que no sólo consume riqueza, sino que es el sector coercitivo de la economía)- sino que dañaría la creación de empleos productivos, el mejoramiento de salarios y el crecimiento del ahorro.
Lo ético frente a legislaciones específicas, concretas y creadoras de privilegios es lo que hizo Manuel F. Ayau: Combatirlas de raíz. El proyecto de reforma constitucional ProReforma, propuesto por Ayau y más de 70,000 guatemaltecos tenía una propuesta concreta: que en ningún caso el Senado o la Cámara de Diputados emitirán Ley o decretos arbitrarios o discriminatorios, en los que explícita o implícitamente se concedan prerrogativas, privilegios o beneficios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo. ¡En ningún caso!, dice. En ninguno.
¿Qué pasó con esa propuesta en particular y con ProReforma en general? Fue inconsitucionalmente ignorada por el establishment político y no fue apoyada por los empresaurios mercantilistas; las izquierdas ¡espantadas! cerraron filas contra ProReforma. En parte, porque, ¿quién, si no Manuel F. Ayau, se atrevería a cerrarles constitucionalmente las puertas a los privilegios? Ya lo dijo Henry David Thoreau: por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces. ¿Quiénes entre los que se quejan por privilegios particulares, se opondrían a todos los privilegios como en ProReforma? ¿Quiénes entre los que se quejan por los privilegios para otros propondrían leyes para acabar con todos los privilegios (incluidos los propios), como hizo Ayau? ¿Quiénes entre los que rechazan los privilegios apoyan la igualdad de todos ante la ley?
Sospecho que la respuesta es la siguiente: