Cuando yo era niño hice un capirucho con carrizo de hilo, un chaye y un trocito de lápiz Mongol 2. Lo hice con ayuda de mi tía abuela, La Mamita, ¡y lo perdí! De todas las cosas que he perdido por descuidado, aquel capirucho y una piedra para alisar tusas y hacer cigarrillos, son dos de las que más lamento. En Guatemala, por cierto, un chaye es un trozo de vidrio. El caso es que girando y girando el chaye se le daba forma a la parte de abajo del capirucho, con el trozo de lápiz se aseguraba la parte de arriba para el cordel y ya. Cuando el hilo dejó de venir en carrizos de madera se acabó la posibilidad de hacer aquellos juguetes.
De aquello me acordé gracias a don Walter, de De todo en madera y a su hermosa Caja retro. Esta pieza de decoración y de nostalgia tiene un capirucho (parecidísimo a los que se hacían de carrizo); un trompo y un yo-yo. A don Walter y sus juguetes retro los conocí durante la celebración de los 10 años de la radiorevista de opinión Así es la vida.
Nunca fuí muy hábil con estos juguetes; pero admiraba mucho a mis amigos y compañeros que sí los dominaban. De niño tuve mi yo-yo Duncan y unos que creo que regalaba la Coca-Cola a cambio de una cantidad de corcholatas contramarcadas. Corcholatas se les llamaba a las tapitas de las botellas porque en vez de plástico venían con corcho. También tuve una variedad de capiruchos; pero nunca tuve un trompo. En Quinto bachillerato recuerdo que uno de mis maestros perdió su tiempo tratando de enseñarme a hacer girar uno y no fue hasta el año pasado, luego de la Feria de agosto, que logré darle vueltas a uno plástico que compre. Ahora que tengo uno de verdad, espero tener algo de éxito con la práctica.