Este año comenzó fatal. Tan mal que lo empecé con mi familia sentado en la acera del Hospital Roosevelt. Pero luego se arregló y fue estupendo. Me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra. Y por eso quiero cerrarlo con algo bueno en este espacio.
La oportunidad me la dio el primer convivio al que asistí en diciembre: el de los corredores élite de Guatemala, grupo de atletas extraordinarios que entrena el corredor Carlos Trejo.
Carlos y un grupo de empresarios visionarios apoyan a unos 30 atletas de recursos escasos; pero excelentes. El Trejo Training Team está integrado por tres grupos de corredores: Los élite, que reciben dinero de sus patrocinadores; los que reciben hospedaje, comida, ropa y accesorios; y los que llegan a solicitar un espacio en la vivienda que sostiene el programa; pero son desconocidos. Muchos no entran en el presupuesto de los patrocinadores; pero son promesas, entonces con la casa pueden ayudarse a seguir adelante. Lo hago porque me hubiera gustado desarrollarme en este deporte con las mínimas condiciones, dijo Carlos en un reportaje publicado a principios de este año. Siento mucha satisfacción cuando veo a atletas que ganan competencias y han pasado por la casa. Me gustaría que sigan creciendo los demás, señaló.
Durante el convivio tuve la suerte de sentarme frente a Raúl y Brian, atletas paralímpicos que me dieron una lección de vida sin proponérselo. Durante la hora que compartimos me enseñaron mucho sobre la búsqueda de la excelencia, la perseverancia, la dignidad y la amistad. Raúl perdió sus brazos a causa de una descarga eléctrica y Brian perdió la vista a causa de una bala perdida. Y ambos son exitosos corredores que han obtenido medallas en competencias internacionales.
Cuando yo era niño, una editorial mexicana publicaba unas revistas (chistes, les decíamos) que se llamaban Vidas ejemplares. Costaban Q0.25; pero valían mucho más. Aquellas historias eran sobre héroes y personas que hacían cosas extraordinarias. Carlos, Raúl, Brian y los corredores élite son extraordinarios y tienen mucho que enseñarnos; y las suyas son vidas ejemplares.
Columna publicada en El periódico.
Que gran ejemplo para aprender uno a no quejarse hasta del clima. Lindo artículo, Luis.