Los colores, la música, los cohetes, los aromas y los sabores llenan las calles de mi barrio durante su fiesta. La villa de Guadalupe, su mercado y su plaza se llenan de un ambiente festivo. Y el tráfico es una vaina, especialmente cuando sale la procesión.
De cualquier manera es difícil no contagiarse y disfrutar del alboroto. En el mercado echan la casa por la ventana y la marimba suena todo el día. Este año la procesión no fue en la noche del 11 como en otras ocasiones, sino al medio día del 13 y los bailarines que la precedían eran impresionantes. Especialmente sus tocados que nunca había visto antes. No eran las coronas de reyes y reinas que he visto con anterioridad aquí en La villa y en el Centro Histórico, sino enormes soles y lunas. Tampoco en el Centro Histórico usaron las coronas de siempre, en esta ocasión los bailarines iban con sombreros de tres picos y con gorras como de gendarmes. Otro detalle que me llamó la atención es que mientras que en La villa los del tambor y el pito eran jóvenes, en el Centro eran ancianos.
En el Centro vi dos buenos toritos (y no pude tomarles vídeo porque se me acabó la pila del teléfono); y tanto en La villa como en el Centro hubo quema épica de pólvora.