¿Ya leyó que se acabaron las reservas de maíz y de frijol?, me dijo Cándido, mientras le ponía chiltepes a los frijoles volteados que tenía en su tortilla. Subió el maíz, porque ya no hay existencias del grano producido aquí, y ya pasó la cosecha y tampoco hay cosechas de frijol, añadió.
Y yo me dije: Ya me va a salir con lo de la seguridad alimentaria. Seguramente leyó que los burócratas nacionales e internacionales andan viendo cómo intervenir en el mercado de alimentos y garantizarse presupuestos y “huesos” para el próximo período fiscal.
Normalmente las burocracias socialistas enfrentan este tipo de escaseces con políticas intervencionistas: precios tope (que ocasionan más escasez), prohibiciones a las exportaciones (que incitan al contrabando), programas paternalistas (que fomentan el clientelismo), o donaciones masivas (que perjudican a los pequeños productores, porque bajan los precios artificialmente). Es raro que la primera reacción sea: ¡Liberemos el mercado de granos! ¡Eliminemos las barreras arancelarias y no arancelarias! ¡Erradiquemos las prohibiciones de importar alimentos!
Las soluciones a veces pasan de absurdas a grotescas. Tal es el caso de las diputadas que recién dijeron que, como la carne estaba subiendo de precio, la gente debería comer macuyes. ¡Cualquier disparate antes que liberar!
En realidad, la razón por la cual mucha gente no puede comprar alimentos es la pobreza; y la pobreza se combate con riqueza. Las malas políticas económicas impiden el ahorro, la capitalización, la mayor productividad y la creación de más y mejores empleos. Las malas políticas monetarias le roban poder adquisitivo al dinero que gana la gente. Los privilegios crean desigualdades artificiales.
Si queremos que, como dice la canción: Que abunde el frijol, que abunde el maíz y que sea muy feliz, y que las personas tengan acceso en todo momento a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cubrir sus necesidades nutricionales y culturales para una vida sana y activa, hay que eliminar la pobreza y eso se resuelve con buenas políticas económicas, y no con intervencionismo, paternalismo, ni clientelismo.
Publicada en El periódico.