El socialismo escandinavo sólo es para los que se dejan

En los años 70 y 80 Escandinavia era la prueba viviente de que el socialismo sí funcionaba.  Es más, era la prueba viviente de que, para funcionar, el socialismo no necesitaba de acudir a la violencia y a la exterminación (como ocurría con el nacionalsocialismo en Alemania, o con los experimentos socialistas de Pol Pot, en Camboya; ya no digamos con los de Mao, en China; o los de Lenin y Stalin en la Unión de Republicas socialistas soviéticas).  Escandinavia era la prueba viviente de que se podía ser socialista en paz y prosperidad.

Escandinavia era la prueba viviente de que se podía llevar al socialismo a extremos impensables, sin que hubiera efectos secundarios negativos. Para citar un ejemplo,  Astrid Lindgren, la creadora de Pippi Longstocking  fue forzada a pagar el 102% de sus ingresos en impuestos; y en Suecia, el gasto público llegó a ser 67% del Producto Interno Bruto.  Suecia, claro, cayó de ser el cuarto país más rico del mundo, en 1970; a ser el décimo cuarto en 1993.

Pero el socialismo escandinavo cambió porque los escandinavos se dieron cuenta de que con sus políticas de imponer tributos y gastar se estaban yendo por el despeñadero.  En Dinamarca y Noruega los hospitales públicos pueden ser admnistrados por empresas privadas.  China, que para crecer y prosperar no se volvió más socialista, sino que pone en práctica políticas capitalistas, ve a Noruega como un modelo.  Noruega, sin embargo, es un caso peculiar; mientras que sus vecinos escandinavos avanzan hacia el mercado libre, Noruega prefiere algo llamado capitalismo de estado; política que huele fuertemente a crony capitalism, o a mercantilismo.  Y esta preferencia se debe a que Noruega es riquísimo en petróleo.  Y así…¿quién no?

Todo esto viene porque Heikki Holmas, ministro de Cooperación Internacional de Noruega vino la semana pasada a pontificar.  A mí eso me incomoda porque el gobierno noruego tiene una tradición larga de financiar grupos al margen de la ley en Guatemala, incluida la guerrilla que durante 36 años trató de imponer la dictadura del proletariado en este país.  Me incomoda porque es muy fácil pontificar acerca de la redistribución de la riqueza cuando se es uno de los más importantes países productores de petróleo.  Y me incomoda porque es deshonesto predicar socialismo cuando ya se conocen sus efectos en carne propia y se huye de él como de la peste.

Noruega y Escandinavia toda han estado desmantelando el socialismo que los empobreció y poco a poco se han vuelto más capitalistas (aunque sea el ominoso cronny capitalists).  Y el socialismo que predican -y recetan a cambio de pitanzas- es para los pendejos que se dejan.  O nos dejamos.

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