El miedo a “La rebelión de Atlas”

Cuando un ganador de un Premio Nobel se ocupa de algo, uno puede suponer que eso es importante. Digo, porque el costo de oportunidad para un personaje de aquellos debe ser elevado. Por eso es que Paul Krugman le dedicó una columna a La rebelión de Atlas.

Krugman trata de ridiculizarla con que es una fantasía (y claro, es una novela de ficción), o con comentarios como que es una novela para jóvenes. ¡Y claro que hay que leerla cuando uno es joven y tiene ideales y principios!; pero uno debe leerla después, para recordar por qué no se debe ser cínico, ni acomodaticio. Krugman trata de impresionarnos al afirmar que Hayek no leyó el discurso de Galt; pero si a eso vamos, Mises, maestro de Hayek, felicitó a Rand y le dijo que la suya no era solo una novela, sino algo mucho más grande y profundo. ¿Qué tal?

La gente como Krugman le teme a La rebelión de Atlas porque es una novela poderosa. De hecho, las artes son vehículos extraordinarios para compartir ideas y llevarlas a todos los rincones.

Giambattista Vico nos explica la importancia de la ficción, la retórica y la gesta en el campo del conocimiento. Los monstruos poéticos (o los personajes larger than life, de las novelas de Rand) nos permiten darle humanidad a lo que no la tiene. Darle sensación de humanidad a ideales como la integridad, o la excelencia, es crear monstruos poéticos. La ficción, pues, es un instrumento maravilloso para fortalecer argumentos éticos, jurídicos y económicos; y La rebelión de Atlas crea monstruos poéticos magníficos que inspiran a aquellos que pueden ser inspirados.

Voy a compartir, contigo, un párrafo de la novela: En nombre de lo mejor que hay en ti, no sacrifiques este mundo a los peores. En nombre de los valores que te mantienen con vida, no permitas que tu visión del hombre sea distorsionada por lo feo, lo cobarde, lo inconsciente en aquellos que nunca han conseguido el título de humanos… No permitas que se extinga tu fuego, chispa a chispa, cada una de ellas irremplazable, en los pantanos sin esperanza de lo aproximado, lo casi, lo no aún, lo nunca jamás. No permitas que perezca el héroe que llevas en tu alma, en solitaria frustración por la vida que merecías pero que nunca pudiste alcanzar. Ahora dime que no se conmovió lo mejor que hay en ti.

Esta columna fue publicada en El Periódico.

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