Cualquiera que haya tenido una relación larga con el lago de Atitlán, sabe que el nivel de ese cuerpo acuífero sube y baja. Algunos dicen que tiene ciclos regulares; pero a saber.
Cuando yo era niño y pasaba temporadas en Panajachel (y el nivel estaba alto), oía que mi tío Meme contaba que allá, y señalaba el agua con el dedo, era donde llegaba la orilla del agua antes. Luego del terremoto de 1976 el lago dió un bajón; y la orilla que hay entre Panajachel y El jaibal, debajo de la cueva de los brujos, se vio blanca y pelona durante mucho tiempo como seña de que el agua había disminuido. Más tarde, en mi adolecencia, cuando pasaba fines de semana en casa de los Lizama, en San Lucas Tolimán, oía de cómo es que todavía faltaba que bajara el lago porque aún no se veían los patios de café que estaban sumergidos.
¡Hasta las piedras sabían que aunque el lago estuviera bajo, en algún momento iba a volver a subir! Por eso es que fue muy mala idea construir una playa pública en Panajachel. Ya que ahora que el lago ha subido, las piedras, el concreto y los hierros sueltos de esa construcción son un peligro para lanchas y nadadores. ¿Quién habrá disfrutado de las comisiones que originó esa construcción?
El tema es atingente porque ahora resulta que, la gente que construyó casas cerca de la orilla baja del lago, y que sembró hortalizas, está perdiendo sus inversiones…y esa gente quiere que las autoridades intervengan para solucionales el problema en el que se metieron. Quieren usar dinero ajeno tomado por la fuerza (impuestos) para no salir damnificados debido a sus malas decisiones. Decisiones que no hicieron por falta de información (de verdad dudo mucho que nadie les haya dicho, o que no supieran, que el lago iba a subir); sino que las hicieron a pesar de ella.
Es inaceptable que haya personas que construyan, o siembren, en lugares que se saben que son inapropiados; y que luego, cuando tienen problemas, chantajeen a las autoridades y a los tributarios. Es inaceptable que las autoridades cedan a esas demandas.
Esto, claro, no se aplica al tema de la extensión de muelles, por ejemplo; porque estos son biene públicos de uso público y servicios públicos que prestan las municipalidades. Se aplica sólo a las inversiones privadas (a toda inversión privada) que no tienen por qué estar protegidas por dinero de los tributarios.
En la foto se ve la montaña en la que está la cueva de los brujos.