Hoces y martillos

Después de la marcha para celebrar el Día del Trabajo fui al Centro Histórico para mostrarle la ciudad a una visitante de los EE.UU.

Fui con ese propósito y con el de ver las pintas que la dirigencia sindical había hecho en la Sexta Avenida. Tanto mi cuata, Rosemary, como yo estábamos indignados. No solo por la suciedad que dejaron los sindicalistas; sino por la abundancia de hoces y martillos, símbolos del socialismo real, que es como si un grupo de manifestantes hubiera pintado esvásticas, el símbolo del nacional-socialismo.

A Rosemary y a mí nos conmovieron dos escenas: la de una mujer que, junto a la estatua mutilada de Tasso Hadjidodou, expresó: Qué mala esa gente que hizo eso; y la de los jóvenes que limpiaban la inmundicia que dejaron los manifestantes. Ojalá que cuando recuerden la suciedad que tuvieron que limpiar, también se acuerden de la abundancia de hoces y martillos.

¿Malos? ¡Malísimos, y de hecho, criminales! Los muertos del socialismo real se cuentan por millones. Los muertos en la República Popular de China, entre 1949-87, se estima que llegan hasta 76 millones 702 mil. En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, entre 1917-87, se calcula que llegan hasta 61 millones 911 mil. Durante los soviets de Mao, en China, puedes añadir otros 3 millones 468 mil. En Corea del Norte, entre 1948-87, hubo 1 millón 553 mil muertos aproximadamente (¿Cuántos habrán muerto de hambre y frío entre 1988 y 2012?). En Camboya, entre 1975-79 (en solo 4 años) hubo 2 millones 35 mil. Todos estos muertos, y más, en regímenes socialistas de uno u otro color. Todos ellos, poco más o menos unidos por símbolos comunes como la hoz y el martillo, y las banderas rojas y negras.

Al utilizar símbolos de regímenes (y de filosofías) criminales para pintar paredes y destruir monumentos, la dirigencia popular chapina –que alienta, o tolera– el uso de hoces y martillos, no solo pone en evidencia sus raíces y vinculaciones políticas reales, sino que radicaliza el diálogo político e introduce elementos de violencia que fueron pesadillas en los años sesenta, setenta y ochenta cuando la guerrilla intentó tomar el poder por la fuerza e imponer la dictadura del proletariado, con las consecuencias que muchísimos guatemaltecos lamentamos. Las pintas del 1 de mayo deben darnos qué pensar.

Esta columna fue publicada en El Periódico.

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