Las maquilas, el árbol y el bosque

Si uno sólo ve el árbol, lo que lee es lo que mira el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales: ve que la exoneración de impuestos le cuesta Q800 al fisco.

Pero si uno se aleja un poco y ve el bosque, lo que mira es otra cosa.  Ve que la exoneración de impuestos les cuesta Q800 a los políticos que quisieran tener ese dinero para sumárselo a la teta del prespuesto de ingresos del estado y repartírselo a sus clientelas.

Y si uno se aleja un poquito más y ve que el bosque es mucho más que un árbol, verá que las maquilas no tienen por qué estar aquí, en Guatemala, si las condiciones se les tornan adversas.  Verá que para las maquilas es fácil agarrar sus tujas e irse a otra parte si el ambiente fiscal, laboral, o de seguridad se pone lo suficientemente adverso.  Y si se van las maquilas…los políticos no sólo se quedan con un palmo de narices; sino que las personas que trabajan en las maquilas se quedan sin trabajo.  Y si la gente se queda sin trabajo, los políticos no sólo no reciben los Q800 millones que tanto desean; sino que aumentan la miseria, el descontento y la hostilidad contra los depredadores.

Claro que eso de que las trabajadoras de las maquilas se queden sin trabajo es un decir; porque quizás usted no recuerda cuando no había maquilas.  ¿En qué trabajaban las mujeres jóvenes, sin habilidades particulares y necesitadas cuando no había maquilas?  Eran sirvientas donde se pudiera, y en condiciones muy duras.  Cuando vinieron las maquilas, las muchachas más chispudas dejaron las casas en las que trabajaban y se fueron a laborar en las fábricas.  Y ellas mejoraron su calidad de vida; pero también les hicieron espacio a las patojas menos chispudas para que fueran ellas las que hicieran de trabajadoras domésticas.  Y con eso mejoró el nivel de vida de las que no hallaban trabajo, ni de fámulas.

Y no es que ser trabajadora doméstica sea indigno, ni nada parecido; pero si las mujeres prefirieron moverse de las casas a las maquilas, fue por algo.  Por el sueldo, por ser más independientes, por qué se yo.

A mí, como al Icefi, tampoco me gustan las exoneraciones, ni los privilegios.  Pero creo que el remedio no está en castigar a todos, sino en liberar a todos.  Y siendo que los impuestos no son más que tomar dinero ajeno por la fuerza para redistribuirlo política y caprichosamente entre intereses particulares a los que los legítimos dueños del dinero no contribuirían voluntaria, ni pacíficamente, si pudieran elegir; el remedio está en acabar con esa práctica injusta, para todos por igual.  Sin distinciones, ni privilegios. No en multiplicar la práctica.

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