Stein, padrino de la Cicig, se queja

Eduardo Stein, el controversial vicepresidente de la administración de Oscar Berger, y uno de los padrinos de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, dice que aquella comisión se desbocó y criticó las investigaciones que está haciendo sobre las supuestas ejecuciones de siete reos durante la toma de control de la Granja Penal de Rehabilitación Pavón, y de otros tres que se habían fugado de la cárcel llamada El infiernito.
Yo tengo la impresión, y puede que me equivoque, de que cuando Stein y la administración Berger apadrinaron y le dieron la bienvenida a la Cicig, ni en sus sueños más ácidos se imaginaron que el monstruo que estaban creando se los iba a devorar.  Los monstruos, como el del doctor Frankenstein, o las revoluciones, son así: se devoran a sus padres.  Por eso es que no hay que crear monstruos, ni cultivar revoluciones.
Desde el momento de la concepción de la Cicig (y desde que se empezó a planificar su antecesora la nonata Comisión de Investigación de Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad en Guatemala) advertí contra dos peligros:
1. Que la Comisión se podía convertir en una especie de policía política todopoderosa al estilo de la KGB, la Gestapo, la Stasi y otras parecidas.
2. Que una vez más, y bajo la presión de la comunidad internacional, los guatemaltecos optábamos por no resolver los problemas de fondo, sino por hacer un chapuz y evadir la responsabilidad de fortalecer nuestras instituciones.
Eduardo Stein se queja, ahora, de que la Comisión esté siendo usada de forma política contra miembros del gobierno del que él era el segundo al mando; pero yo no recuerdo que se haya quejado porque esté siendo usada, de esa misma forma, en casos en los que él no está involucrado.
Hasta ahora, la Cicig ha manchado muchas reputaciones y ha fabricado verdades interinas de dimensiones novelezcas; pero nunca había sido usada contra sus padrinos y patrocinadores.  Esta, es una experiencia nueva.

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