Vea, usted, las llantas de esta camioneta. No es que estén desgastadas, ¡están totalmente lisas! Esta camioneta presta servicio a la gente de San Juan Sacatepequez. En tiempos de lluvia, en carreteras llenas de curvas, cargadas con gente y aveces a velocidades temerarias, camionetas como estas circulan por todo el país como si nada.
¡Por supuesto que hay autoridades encargadas de supervisarlas y por supuesto que hay regulación al respecto!; empero, ¿desde cuando las regulaciones y los burócratas son garantía de algo? Digo esto, porque mucha gente honrada cree, de verdad, que las regulaciones evitan los males. Creen, de verdad, que mientras más regulaciones hay, menos posibilidad de males hay. Pues bien, ahí está que no. El transporte colectivo -urbano y extraurbano- es un servicio altamente regulado. Con reglamentos, controles e inspecciones. Y vea usted…como no hay un estado de derecho, y como generalmente hay connivencia entre los regulados y los reguladores, como suele suceder, por ahí andan los transportistas (y sus reguladores) jugando con vidas humanas.
…y si así están las llantas, ¿cree usted que el motor, los frenos y las luces de los autobuses como este, reciben un mejor mantenimiento?
La clave, pues, no está en que se multipliquen los reglamentos y los inspectores; sino en que -cuando sea necesario- se cumplan las leyes generales que ya hay, como la ley penal y sus artículos sobre homicidio y sobre lesiones, por ejemplo; y que haya tribunales de justicia confiables; así como un Ministerio Público eficaz.
Todo lo demás son papas y pan pintados.
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This entry was posted on sábado, junio 26th, 2010 at 11:14 am and is filed under corrupción, empresaurios, estado de derecho, transporte.
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