Estudiantes llevaron ayuda a El Rancho

Mama tengo hambre, ¿no tenés un huevo por ahí?, preguntó el niño; y su madre le respondió: ¿Y de dónde, m´hijo? Esta conversación la escuché mientras caminaba, con un grupo de estudiantes de la Universidad Francisco Marroquín, por una de las calles más afectadas por la tormenta tropical Agatha, en El Rancho, departamento de El Progreso. Junto a El Rancho corre el río Motagua.

Hoy salimos a las 7:00 a.m. con un camión que los estudiantes casi llenaron con cajas y cajas de alimentos, agua y ropa que recibieron de donaciones a lo largo de dos semanas. Al llegar a El Rancho nos instalamos en la casa de la familia Pérez De León que generosamente la ofreció para distribuir la ayuda. En lo que llegaba el camión fuimos a conocer la población y a ver de cerca los daños.

Ahí fue que nos topamos con este drama humano que expresan el niño y la madre a quienes les escuché la conversación citada arriba. Mucha gente no tiene que comer, muchos perdieron sus casas y sus cosas. Ahí están, sumergidos en el lodo que se está solidificando, viviendas, camas, armarios, ropa, muebles, juguetes, aparatos eléctricos y sueños.

Ahí se ve el lodo resquebrajándose cuando se seca, y ahí se ve la ominosa línea marrón que, en las paredes, marca el nivel que alcanzó el agua durante la inundación. Por todas partes se ven ramas, troncos y escombros arrastrados por la descomunal crecida.

Ahí está la gente, algunos limpiando lo que pueden, reparando lo que es posible reparar y secando la ropa que pudo ser rescatada.

Cuando llegó el camión -proporcionado por el Alcalde de San Agustín Acasaguastlán y coordinado por el Secretario Municipal- los estudiantes bajaron las cajas y se dispusieron a ordenar su contenido en mesas provistas por nuestros anfitriones, la familia Pérez De León. Una fila de gente empezó a formarse a medida que se corría la voz en el vecindario por medio de teléfonos móviles. Una vez los chicos tuvieron listas las provisiones y la ropa, la cola empezó a fluir mientras íbamos llenando las bolsas plásticas.

Y cuando uno mira toda esa necesidad, da mucha rabia saber que si bien los desastres naturales son ineludibles, las tragedias como la que vive la gente -que no tiene ni un huevo- sí son evitables porque son consecuencia de la miseria.

Y en medio de todo, uno nota cómo hay gente industriosa que está pasando penas, pero que está limpiando y reparando, en tanto que hay otro tipo de gente que sólo se ha sentado a esperar que le llegue la ayuda.

Los daños materiales por Agatha son inmensos; pero más vastos y profundos son los daños que han sufrido los sueños, la dignidad y las vidas de la gente. Uno piensa que si bien ayuda como esta es muy valiosa e importante en el corto y mediano plazo; más importante aún es acabar con la cultura de esperar a que nos vengan a resolver los problemas y establecer un marco institucional que permita la proliferación rápida de más y mejores oportunidades de trabajo productivo. Sólo así se combate la miseria que es la verdadera causa de la tragedia.

¡Muchas gracias a los chicos y chicas que me permitieron acompañarlos en esta experiencia!

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