A ver, ¿cuál es la necedad de prohibir las licencias de armas? Es obvio que a los que menos afecta esa disposición es a los delincuentes, porque precisamente, a ellos les pela la ley. Afecta a los ciudadanos que tienen armas para defenderse; pero mi amigo Cándido me confesó el domingo que él tiene sus armas de defensa sin registrar y me comentó que el cree que la mayoría de personas que tienen armas para su defensa, no las registran.
Entonces, ¿a quién perjudica aquella disposición? Mi hipótesis es que va dirigida contra las policías privadas. A falta de seguridad ciudadana, en Guatemala hay muchas empresas que prestan seguridad. No son policías propiamente porque no tienen autoridad alguna, ni persiguen criminales, ni efectúan investigaciones legalmente válidas, ni nada parecidas. En su mayoría sus elementos son exsoldados y expolicías, medio entrenados y medio armados. Eso sí, como en todo, hay empresas muy buenas y responsables, y otras que no. Las empresas estas no son de policías privados propiamente, sino de guardias. ¡Y entre las profesionales, todas están registradas y sus elementos tienen licencias debidamente!
Y claro, esas empresas cuidan desde bancos y embajadas, hasta cines, pasando por farmacias, clubs, restaurantes, universidades, casas particulares, centros comerciales, fincas, industrias, tiendas, y francamente todo.
Ahora bien, si aquellos guardias -que proveen la seguridad que la administración es incapaz de proveer- son eliminados, ¿quién va a cuidar la vida y la propiedad de las personas que queden desprotegidas? ¿Cuál es el interés de acabar con este recurso ciudadano? ¿Para qué quiere, la administración, el monopolio de las armas, si es incapaz, ¡totalmente incapaz!, de proveer un mínimo de seguridad?
Así como nos hemos enterado de que los policías nacionales son secuestradores, narcos y extorsionistas, por ejemplo, así nos hemos enterado de que los jefes de presidios son cómplices de los criminales que supuestamente tienen a su cargo. Y por eso es que las guardias privadas son necesarias. A la hora de un intento de asalto, ¿puede usted confiar en las supuestas autoridades?