¡Hoy he descubierto el agua azucarada!; un misterio que ha escapado a políticos de todos los colores; a ONG de todos los sabores y a cooperantes de todos los olores. He descubierto que la delincuencia incontenible que enluta a las familias chapinas -y frente a la cual el presidente socialdemócrata dice que debemos tener paciencia– tiene una causa bien identificable: La impunidad.
¿Sabía, usted, que de cada 100 homicidios, sólo dos son juzgados? ¿Sabía usted que de cada 100 delitos, sólo cuatro llegan a debate? Los delincuentes saben que sus acciones no tendrán consecuencias jurídicas. Saben que el ideal de la certeza de la aplicación de la pena es un mal chiste. Saben que cuentan con jueces como al juez primero de Primera Instancia que fue generoso con cuatro secuestradores que fueron atrapados in fraganti. Saben que las autoridades políticas están más comprometidas con regalar pescados y hacerse propaganda; que con el combate contra la criminalidad.
De cada 100 asesinatos, ¡sólo 2 son juzgados! Esa es la causa de la delincuencia incontenible. Ahora bien…ya se preguntó cuántos de esos 2 que son juzgados son condenados. Y de esos que son condenados, ¿cuántos se imagina usted que cumplen cabalmente sus penas?
¿Se da cuenta? ¿Ya ve por qué descubrí el agua azucarada?
Aunque no es necesario que se castiguen todos los delitos, harta dificultad representa.Pero si castigar ejemplarmente unos cuantos.No solo no hay justicia, sino que las carceles son centros privados de vacaciones de criminales todo tipo, con gastos pagados.