Hoy, por la mañana, fuimos a traer los tamales navideños. No recuerdo cuándo fue la primera vez que comí tamal; pero no olvido una ocasión en la que era muy niño y, en el comedor de la casa de mi abuela, me siervieron un tamal hermoso. “Son los que hizo Mami”, me dijo mi madre, refiriéndose a que los había hecho mi bisabuela.
Tuve, pues, la dicha de comer tamales hechos por la abuela de mi padre que era una reconocida cocinera extraordinaria. “A hungry traveler in Spanish-speaking Guatemala can refresh himself by partaking of Hawaiian curry, hula hula pie and Austrian pig`s knuckles. It`s not hard to find the place that serves these delicacies for the Casa Contenta resort of doña Adela on Lake Atitlan, some 40 miles west of Guatemala City, is famed throughout the land“, escribió de ella el Omaha World Herald, c. 1945.
A mí me gustan más los tamales de maíz que los de arroz. Si tengo que elegir, me cuesta mucho, mucho, optar por colorado, o negro. En realidad prefiero comer uno de cada uno. Los colorados son salados; y en ellos dominan el tomate, los chiles y las semillas. Los negros son dulces; y en ellos se combina armoniosamente lo anterior, con chocolate, pasas, almendras y ciruelas. Los tamales se cuecen al vapor en hojas de maxán, amarrados con fibras de cibaque.
Me gusta que sean grandes, galanes. Por mucho, prefiero los de cerdo; pero también me gustan de pato, de pollo y de pavo, en ese orden. Aveces me gusta ponerle gotas de limón al tamal colorado y de plano que lo mejor para acompañarlo es un pan francés horneado con leña y una taza de chocolate espeso, o una de leche con café.
Yo les tengo mucho respeto a los tamales; así que, cuando los como en casa, les rindo homenaje.
Me gozo mucho desayunar un tamal colorado y uno negro en el día de Navidad (o cualquier domingo); y mis favoritos son los de doña Estela de Alburéz, allá por la entrada a Kaminaljuyú. Su teléfono, es 24740260.
A lo largo del año, en Guatemala, se venden tamales los sábados por la tarde; y los lugares en donde se expenden estas delicias se anuncian con un farol rojo junto a la puerta. Y en Navidad, la gente que hace tamales los hace especiales. Y son los mejores del año.
En mi vida ha habido tamales muy especiales. El de mi bisabuela, los de mi tía Baby, los de una señora cuyo nombre no recuerdo y que los vendía allá por el barrio de Gerona, los de la hermana de mi amiga María Antonia, los de doña Lucy, y los de doña Estela. Estos últimos son herederos de la mamá de doña Estela (que eran un alucine) y venían de San Martín Jilotepeque.